Académica de la Facultad de Gobierno, U. Central
La reciente propuesta municipal de creación y asignación de viviendas sociales en la Rotonda Atenas, y las 14 mil familias que se estima que postularán a este beneficio, donde el municipio resolverá a favor de apenas 1.400 familias, no solo ha generado desavenencias entre los vecinos de Las Condes, sino además nos ha recordado las brechas sociales que existen en Chile, evidenciando que la desigualdad también tiene que ver con una dimensión territorial.
Este hecho demuestra que, aun cuando los diagnósticos sociales y territoriales que existen en el país, en general, gozan de consenso entre los actores políticos y comunitarios, no logran suscitar este mismo nivel de acuerdo cuando se trata de diseñar las soluciones. Por el contrario, lo que ocurre en Las Condes nos ha demostrado que implementar políticas de integración territorial puede concitar los más creativos discursos de la NO-inclusión.
Respecto al diagnóstico técnico y político que sustenta la propuesta de creación de viviendas sociales en esa comuna, subyace el hecho de que todos estamos de acuerdo en que, si bien Chile ha avanzado en mejorar sus indicadores socioeconómicos, logrando una economía estable y una significativa reducción de la pobreza, aún persisten brechas de desarrollo sustantivas entre personas y hogares que se manifiestan en todas las escalas posibles, es decir, entre regiones, entre comunas e intracomunalmente.
Por cierto, brechas que son de fácil constatación cuando se hace “lo clásico” de los estudios territoriales: revisar datos nacionales y subnacionales sobre indicadores de concentración poblacional, de capacidad de generación de ingresos autónomos de los municipios, la configuración del Fondo Común Municipal, de asimetrías en los presupuestos comunales, y las estadísticas de concentración socio-espacial de la pobreza y las vulnerabilidades comunales en general.
La integración territorial tal cual la ha planteado el municipio de Las Condes, tiene el valor de visibilizar que existe pobreza intracomunal en un territorio que no solo registra estándares de bienestar económico y urbanístico de primer nivel en el país, sino que también cuenta con un imaginario colectivo homogéneo respecto a quienes habitan en ese espacio local, atribuyendo sobre estas personas condiciones materiales, sociales y culturales consistentes con estos positivos indicadores comunales.
Al quedar en evidencia que este imaginario colectivo sobre “lo que es” Las Condes y sobre “quienes viven” en esta comuna es mucho más diverso, y que implica una comunidad intracomunal que demanda con justa razón beneficiarse del progreso que acompaña al territorio, se nos vuelve a interpelar sobre la necesidad de generar una reflexión social acerca de la importancia de las políticas de integración territorial, ya que estas son un elemento clave para la cohesión social.
Debemos erradicar prejuicios y estigmatizaciones que se convierten en barreras para la inclusión e insistir en que el desarrollo y el crecimiento económico debe generar círculos virtuosos que sean inclusivos y no exclusivos a un sector.
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