Sr. Director:
El viernes 5 de julio, en un diario capitalino, leí las declaraciones de la Diputada comunista Carmen Hertz Cádiz, en relación al “Informe Bachelet” sobre la violación de los Derechos Humanos en Venezuela. No solo de ella, sino también de otros integrantes de su partido político. Sentí miedo por el silencio de Guillermo Teillier quien, entre otros, sabe muy bien lo que es planificar un asesinato. Una canallada que, en mis 40 años servicio a Chile, no está en mis memorias, ni fue parte de mi historia militar. Sí, fui al funeral de varios de mis camaradas asesinados en acciones terroristas, planificadas por muchos de los que hoy guardan silencio. Incluidos, sus cómplices pasivos.
Durante mi carrera militar viví varias situaciones de riesgo, pero nunca sentí tanto horror y tanto miedo al leer, cómo Carmen Hertz justificaba el asesinado de siete mil venezolanos en poco más de dos años. Según ella, todo es culpa de Estados Unidos y Europa. Una reacción obvia del Gobierno de Maduro, que ella justifica como “deriva autoritaria”, cuyo efecto es la tortura, la violencia sexual, el desaparecimiento forzado y el asesinato de los opositores al régimen bolivariano. Le aclaro a Carmen Hertz, que la “deriva autoritaria”, se refiere a la corrupción incontrolable de los dirigentes, la desigualdad creciente entre los ciudadanos y la erosión de la seguridad y el orden. Situaciones que no las provocó Estados Unidos y menos Europa, sino el régimen chavista de Venezuela, apoyado por Cuba, para socavar la democracia y justificar su revolución.
Sentí miedo, porque hoy no soy el joven subteniente dispuesto a dar la vida por mi patria, tal como lo hice en el año 1978, junto a mis soldados, en una trinchera en Lonquimay. Miedo, porque esa señora Hertz es una Diputada y una autoridad del poder legislativo que, con sus declaraciones, defiende el horror y el crimen de Venezuela. Miedo, por todo el mal que ella y sus amigos del Partido Comunista —acostumbrados a los “ajusticiamientos”— le podrían hacer a mi familia y a Chile entero, para acallar a los patriotas que no piensan como ellos.
Sentí un tremendo horror, al imaginarme al Partido Comunista, gobernando Chile, con unas Fuerzas Armadas arrodilladas y sometidas —sumisamente— al poder político, aún fieles a un nefasto juramento inventado por los políticos, apegadas a la Constitución y con la histórica y amarga experiencia de sus camaradas en prisión, por haber acudido al rescate de la democracia. Unas Fuerzas Armadas que nunca más debieran cometer el mismo error. Por lo mismo, obligadas esta vez, a constituirse en el organismo represor y sostenedor de un Gobierno Comunista. Tal como ocurre hoy en Venezuela. Total —a la larga— la supuesta derecha, siempre le perdona todo a la izquierda.
Christian Slater Escanilla.
Coronel de Ejército.
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