En Chile se proyecta una recesión económica para este 2020 que podría llegar hasta un 4,5% según las últimas proyecciones del Fondo Monetario Internacional (FMI). Algunos señalan que solo son “frías cifras y hay que preocuparse de la gente, de la salud y no de la economía”. Pero hay que recordar que una recesión y más aún una de gran magnitud como la proyectada para este año, trae consigo quiebras de empresas, destrucción de muchas fuentes laborales, más cesantía y menores ingresos para las personas, mayor pobreza y menor recaudación fiscal para programas sociales. ¿Acaso todo esto no impacta directamente sobre el bienestar de las personas?
A veces se pretende mostrar con exceso de simplismo y miopía un dilema blanco y negro entre los factores sociales-económicos y el bienestar de las personas. Creo que la realidad es mucho más compleja que tal dualidad, y se requieren más bien delicados equilibrios entre dichos factores. El rol del crecimiento económico en la reducción de la pobreza es muy relevante, existe variada evidencia al respecto que muestra la contribución del crecimiento en la disminución de la pobreza. Una recesión como la que se proyecta para este año, es mala para el mundo, para el país, pero muy grave para la región de La Araucanía, que según la última encuesta Casen 2017 es la región más pobre del país, donde el 17,2% de las personas vive en pobreza por ingresos (país 8,6%) y el 28,5% en condiciones de pobreza multidimensional (país 20,7%). El perfil laboral de la pobreza muestra que la desocupación es 3,6 veces más alta en pobres versus no pobres, y que los primeros tienen menor tasa de participación. La recesión estimada para este año es una gran amenaza para el combate a la pobreza regional, lo que agravaría aún más el histórico rezago de La Araucanía en materia económica-social.
Según la encuesta suplementaria de ingresos de 2018 del INE, los trabajadores de la región recibieron un ingreso medio y mediano mensual de $444.414 y $310.000 respectivamente, ubicándose entre las tres regiones de menores ingresos del país.
El 27% de los trabajadores de La Araucanía pertenecen a la categoría cuenta propia, es decir, desarrollan alguna actividad de manera independiente, por lo que se verán muy afectados en esta realidad. En cuanto a las ramas de actividad económica en la región, tenemos que, según cifras de 2019, las de mayor cantidad de ocupados son: Agricultura; Comercio; Enseñanza; y Construcción. Entre estas cuatro ramas concentran al 58% del total de ocupados, son las de mayor generación de empleo. Y dadas las restricciones sanitarias vemos que están prácticamente paralizadas salvo enseñanza que se realiza en buena parte de manera virtual. Agreguemos que La Araucanía es la región con mayor tasa de informalidad laboral a nivel nacional, donde el 38,5% de los ocupados se desempeña en una actividad informal sin cotizaciones de previsión social ni salud. Los trabajadores informales están sufriendo de sobremanera esta crisis. La recesión golpeará con más fuerza a las regiones de mayor pobreza como La Araucanía, que por su realidad socioeconómica es de las más vulnerables. En tiempos de confinamiento, los problemas de pobreza y desigualdad se agudizan.
Cerca del 18% de los ocupados de la región se desempeñan en el sector silvoagropecuario, que sigue siendo la principal rama económica de empleo local, pero que ante la actual crisis ha dejado a muchos sin empleo temporal o definitivamente por las restricciones de orden sanitario y productivo. Pequeños emprendedores, trabajadores por cuenta propia e informales son los que más sufren en crisis como estas. Personas que tienen pequeños emprendimientos caseros como venta de alimentos (tortas, empanadas, repostería, etc.) y otros productos, han recibido un duro golpe a sus finanzas familiares. Las restricciones sanitarias, el miedo y los cambios en hábitos de consumo han significado el desplome de sus ventas, lo que a su vez se ha transformado en un gran problema ya que en muchos casos su emprendimiento constituye su única o principal fuente de ingresos. Muchos de estos pequeños emprendedores tienen además créditos que han utilizado ya sea en inversiones de su propia actividad o en asuntos personales, cuyos compromisos se ven claramente perjudicados por la menor recepción de dinero. El Gobierno anunció un plan de ayuda especial para los trabajadores informales que contempla la creación de un ingreso mínimo de emergencia por tres meses, pero debe aún aprobarse el proyecto de ley, lo que debiera ocurrir a fines de abril o principios de mayo. Aquí la celeridad es clave, ya que en este momento y desde hace rato los informales la están pasando mal. La región requiere de este apoyo urgente ya que más de un tercio de los ocupados pertenece a la categoría informal.
Para los que pueden hacer teletrabajo y disponen de un ingreso seguro, una cuarentena prolongada probablemente no signifique mayor problema, pero hay que ser empáticos con la otra realidad, y en la región de La Araucanía se observa una fragilidad social, económica y laboral que se hará más evidente con la crisis. Y si bien hay programas sociales de apoyo para los más vulnerables, claro está que solo son ayudas temporales limitadas, y que no reemplazan a una actividad o empleo de larga duración.
PATRICIO RAMIREZ R.
Coordinador
Observatorio Económico y Social
Universidad de La Frontera
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