El exceso de luz, el contacto con el agua de mar o piscinas, además de los cambios de ambientes pueden afectar el cuidado de esta enfermedad, una de las principales causantes de ceguera irreversible en Chile y el mundo.
Para muchos, la llegada del verano es sinónimo de vacaciones y buen tiempo. Sin embargo, el cambio de temperaturas, un ambiente más seco por el uso del aire acondicionado, el pasar más tiempo al aire libre o en playas y piscinas puede ser todo un reto para personas que padecen enfermedades oculares, favoreciendo la aparición de problemas como la sequedad o las conjuntivitis alérgicas, o el empeoramiento de otras como el glaucoma.
De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS), existen aproximadamente 80 millones de personas que padecen glaucoma en el mundo, un grupo de enfermedades que tienen en común el deterioro del nervio óptico de forma progresiva, causando ceguera irreversible, y que se produce por el aumento de la presión intraocular. Se estima que es la segunda causa de ceguera a nivel mundial y que entre el 1% y el 3% de los chilenos la padece, aunque el 50% de ellos lo desconoce, según la Sociedad Chilena de Glaucoma.
Paula Molina, químico farmacéutico de Farmacias Ahumada, señala que -en la mayoría de los casos- éste se controla con tratamiento farmacológico, principalmente a través de colirios con efecto hipotensor que el paciente debe administrarse cada día, pero que “sin dudas, el verano les presenta un desafío mayor por los cuidados que deben tener con la luz del sol, actividades al aire libre y el mantenimiento del tratamiento”.
“Las personas con glaucoma suelen presentar sensibilidad a la luz, facilitando el alumbramiento que muchos de ellos experimentan. Sumado al daño que los rayos ultravioleta, y el reflejo del agua y la arena pueden provocar en las estructuras del ojo, es indispensable el uso de lentes de sol con filtro UV y sombreros en estos pacientes”, indica Molina.
Igualmente, el calor puede jugar una mala pasada en la conservación de los medicamentos para la enfermedad. En este sentido, la farmacéutica recalca que “la recomendación es que los colirios se mantengan entre 15° a 25°C de temperatura. Por tanto, si un paciente pertenece o viaja a una zona más cálida, debe conservar los fármacos en un lugar fresco, evitando la exposición directa al sol”.
No obstante, se debe considerar que los viajes en avión también pueden traer algunas dificultades. “Las cabinas generalmente son ambientes muy secos, por lo que es recomendable el uso de lágrimas artificiales, sobre todo en pacientes con tendencia a la sequedad ocular”, señala la farmacéutica; añadiendo que siempre se debe contar con la medicación disponible en el equipaje de mano, para evitar perderse o saltarse dosis debido a retrasos en vuelos o pérdidas del equipaje.
Ahora, si durante el tratamiento el paciente comienza a tener leves molestias, como la aparición de picor o enrojecimiento -por haber disfrutado de un baño en la playa o piscina-, se recomienda una visita al especialista quien guiará al paciente sobre el adecuado uso de las gotas. “Por más inconvenientes o molestias, se debe continuar con el tratamiento hipotensor y no suspenderlo por cuenta propia. Si bien casi nadie experimentará síntomas inmediatos por hacerlo, el daño para el estado del nervio óptico puede ser aún más grave”, comenta la facultativa.
No podemos olvidar que esta patología puede afectar a todos, aunque existe mayor posibilidad de desarrollarla en ciertos grupos, como “personas mayores de 40 años, con la presión intraocular elevada, con antecedentes familiares, además de enfermos crónicos como hipertensos y diabéticos. Por eso, es clave que las personas se realicen controles preventivos para detectarlo a tiempo, y que mantengan sus enfermedades crónicas o de base controladas para evitar el agravamiento o la aparición de esta amenaza”, finaliza Molina.
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