Las y los docentes de Chile inventaron un sistema en medio de una pandemia, con condiciones adversas: adaptarse con las capacidades que se tenían, una conectividad que no es la mejor, pagarse la actualización tecnológica con recursos propios. Se afirma que conviviremos con los efectos en los aprendizajes por lo menos hasta 2024.
Es necesario que nos preguntemos, ¿cómo va a ser esa Escuela de la pospandemia? Es necesario que empecemos a hablar sobre una Escuela para el Bienestar, o un hogar de aprendizajes en que se sienta comodidad, cariño, seguridad, motivación y confianza, fundamentales para el adecuado desarrollo personal y social. Uno donde se desplieguen los talentos y de adquieran las habilidades y los saberes necesarios para entender y asumir este mundo en constante cambio y transformación, con orgullo de nuestras raíces e identidad.
Para que ello sea posible tenemos varias misiones como país: revisar el Plan de Estudio, la cantidad de Objetivos de Aprendizaje, formarnos en lo socioemocional, concretar condiciones laborales dignas, confiar en quienes trabajan en la sala, simplificar la carga administrativa de los equipos directivos. Dejar de complejizar tanto la pedagogía con burocracia y dialogar sobre un futuro que nos permita recuperar el sentido y disfrute de aprender.
Mientras tanto, hay desafíos intermedios: aplicar big data, que las definiciones del ideario de los establecimientos se trabajen en la sala, que los Reglamentos de Convivencia sean más humanos y menos punitivos, mayor participación de docentes y asistentes de la educación, asumir que los Programas de Estudio no son una biblia, relevar el juego y las transiciones educativas en toda la trayectoria escolar.
Lo que hemos vivido es la simiente de la Escuela pospandemia, una Escuela para el Bienestar.
Diego Vrsalovic Huenumilla
Profesor, Magíster en Educación, servidor público.
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