Súmate de Hogar de Cristo
Muchos hemos visto con sorpresa y dolor la serie “Adolescencia”. Todos destacan sus puntos sobresalientes, desde la calidad de los actores, principalmente del padre, el niño/adolescente y la psicóloga; pasando por los notables planos secuencia; hasta el aún subvalorado impacto de las redes sociales e internet en general.
Sin embargo, poco he escuchado sobre la incapacidad de los adultos para comprender la adolescencia. Para empatizar con sus sufrimientos, pensamientos oscuros y complejos, su abatimiento, su distimia. Pareciera que nos da miedo mirar dentro de la mochila que acarrean… o ¿simplemente la desvalorizamos?
En Fundación Súmate hacemos esfuerzos para asomarnos y mirar ahí dentro. Hemos intentado estudiar las juventudes a través de sus expresiones en las artes, levantando percepciones, escuchando. Si bien creemos que nos hemos acercado, sigue existiendo una brecha que difícilmente podremos acortar si seguimos atrincherados en la comprensión desde la academia. El “fenómeno” de la adolescencia cambia a un ritmo tal, que la investigación, por más rigurosa que sea, no logra seguir.
¿Qué hacemos?
Escuchar, poner genuina atención, dialogar.
Si logramos escuchar, veremos que la diversidad requiere de relaciones bidireccionales flexibles. Esta reflexión urge llevarla al sistema educativo.
Con impacto, a diario, vemos en los noticieros situaciones de alta complejidad en aulas y patios. Violencia pura y dura, realidad que el adulto trata de explicar desde los contextos vulnerables, la salud mental, la pobreza, la ausencia de familia, la falta de valores, las necesidades educativas especiales, que hoy dejaron de ser la excepción.
Y las respuestas o soluciones se centran en dar más herramientas a las comunidades educativas, más profesionales para atender los problemas de salud mental, convivencia y necesidades especiales. Más expertos hablando de jóvenes que no conocen, más investigación que llega atrasada, más capacitaciones y horas y horas de “adultoconversar”.
¿Por qué no involucramos a los involucrados, valga la redundancia? ¿Por qué no ajustamos el sistema educativo a las necesidades, motivaciones e intereses de los estudiantes? ¿Por qué antes de buscar alinear a un joven en una estructura rígida no nos relacionamos con él, conocemos su mundo y avanzamos en vincularnos?
Los jóvenes nos están diciendo que, en estos tiempos, los valores o principios humanos son la vía. Si logramos humanizarnos y valoramos (o legitimamos) el capital de la juventud, sin duda, saldríamos del pasmo que nos provoca la serie “Adolescencia” y avanzaríamos en consecuencia. Entenderíamos, que es la base de cualquier aprendizaje humano.
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