La masificación en la elaboración de los alimentos, ha puesto en un primer plano la preocupación por la inocuidad de estos y su distribución masiva, exigiendo mayor calidad y desarrollo de política de inocuidad.
Las economías de bajo desarrollo, guerras y catástrofes climáticas, han provocado en el mundo verdaderas crisis alimentarias, a las que se agregan enfermedades transmitidas por los alimentos (ETA), con los consabidos costos en salud. Ante esta realidad, la inocuidad alimentaria, entendida como la garantía que los alimentos no causarán daño al consumidor cuando se preparen y/o consuman de acuerdo con el uso a que se destinan, se ha vuelto fundamental para mejorar el nivel de la salud de la población mundial.
La inocuidad alimentaria busca producir alimentos con condiciones de higiene, sanos, con el menor agregado de substancias que pueden producir alergias e intoxicaciones, con adecuada carga calórica, y que al estar al alcance de todos, disminuyan la desnutrición por un lado y eviten la obesidad por el otro. Luis Zaror Tecnólogo Médico y docente de la Universidad Mayor sede Temuco, afirma que es posible alcanzar la seguridad alimentaria a través de la optimización de los procesos productivos, lo que se traduciría en un mayor bienestar para la sociedad, “para garantizar la inocuidad se debe seguir en la línea de producción de alimentos el Análisis de Riesgos y Puntos Críticos (HCCP), que permite asegurar, en un altísimo porcentaje, el consumo de alimentos que no constituyan un riesgo para la salud humana y animal. Por lo tanto, los fabricantes como también a nivel hogareño, deben cumplir con las prácticas de buena elaboración de productos referidas en el reglamento sanitario de alimentos”.
Para convertirnos en una potencia alimentaria y producir alimentos que signifiquen una oportunidad de desarrollo económico, la autoridad sanitaria debe hacer uso de sus atribuciones y a través de ello exigir el cumplimiento efectivo de las normas, reglamentos y decretos que garanticen la inocuidad. Contando para ello, con profesionales calificados en áreas como Ingeniería de Alimentos, Medicina Veterinaria, Tecnología de Alimentos, Bromatología y Microbiología, entre otros; lo que permitirá procesos productivos eficientes, controles sanitarios y bromatológicos adecuados y oportunos.
Como país contamos con servicios eficientes como SAG, SERNAPESCA y CONAF, que nos otorgan ventajas comparativas para la obtención de alimentos inocuos y de calidad, abriéndonos las puertas a mercados internacionales. Al respecto, Luis Zaror, como docente de microbiología de los alimentos de la Escuela de Medicina Veterinaria de la UM, manifiesta, “nuestros índices de salud pública y los asociados a ETA, son similares a muchos países desarrollados, por lo que la inocuidad alimentaria es parte de la salud pública. Nuestros estándares de producción de alimentos se asimilan a los de nuestros compradores y por tanto a los índices internacionales, lo que se evidencia en el aumento de las exportaciones”.
Chile tiene vocación exportadora, reconocida mundialmente en frutas y salmones, lo que en ocasiones nos ha exigido perder mercados privilegiando la producción de alimentos seguros y saludables para Chile y el mundo. Por lo que hay que tener en cuenta, que el éxito de una política de inocuidad demanda la acción mancomunada y eficiente de los servicios gubernamentales, universidades, industrias y consumidores, además de un control eficiente de las distintas etapas de la cadena de producción, desde el campo o el mar hasta la mesa del consumidor.
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