Francisco Devia Aldunate, abogado y diplomático chileno ante OEA
Como ustedes recordarán, el día 10 de septiembre de 1973, el joven profesional XX, a quien denominaremos Cristaldo, era seriamente cuestionado por un grupo de Dirigentes Sindicales comunistas, por intentar éste que los obreros de la Subestación Eléctrica de Alto Jahuel, terminaran a tiempo la construcción de la misma. A su juicio, los obreros debían abstenerse – durante la jornada laboral – de participar en actividades proselitistas del Gobierno de la Unidad Popular.
En la mañana del día 11 de septiembre, Cristaldo se enteró por la radio que se había constituido una Junta Militar de Gobierno que había reemplazado al Presidente Salvador Allende. Posteriormente, observó que unos aviones hawker hunters sobrevolaban el espacio aéreo de la Subestación con dirección al centro de Santiago.
Minutos después, se lleva a cabo una Asamblea del Sindicato de Obreros de la referida Subestación, con el objeto de decidir los cursos de acción.
En dicha Asamblea produjo el siguiente diálogo
· Compañeros, ha ocurrido un Golpe de Estado en contra de nuestro Gobierno Popular. Debemos ir a defender La Moneda y a nuestro compañero Presidente, expuso el Presidente del Sindicato.
· ¿Y qué quiere que hagamos, compañero?
· Ir a buscar nuestras armas y viajar a Santiago.
· ¿ y vamos a pelear contra los milicos, compañero?
Luego de un rápido debate, los trabajadores deciden por unanimidad regresar a sus casas y conversar con Cristaldo para tal efecto, ya que era la única autoridad presente de ENDESA.
· Oiga Patrón, estamos muy preocupados por lo que está pasando. Queremos regresar con nuestras familias ¿nos autoriza?
· Por supuesto, don Juan y avísele al resto de los trabajadores. Veo que ya no soy el compañero Cristaldo, pensó para si nuestro protagonista.
Y en ese momento llegó una Patrulla Militar que tenía la misión de controlar o “tomarse” la Subestación Eléctrica. El Teniente de Ejército ordena perentoriamente a Cristaldo evacuarla.
· ¿Y qué hago con la gente, Teniente? ¿a dónde los llevo?
· Ese no es problema mío.
· En ese caso, me dirigiré a Santiago a la Subestación Eléctrica de Cerro Navia
· ¿Usted está loco? Le acabo de comentar que impera el Estado de Sitio y no sabemos qué Unidades de las Fuerzas Armadas están a favor y en contra.
Luego de una ardua conversación, Cristaldo convence al Teniente y obtiene una especie de “salvo conducto”, el cual es firmado a regañadientes por dicho Teniente.
· Mire don Cristaldo, acabo de conversar con mi Coronel. Usted se acoplará a la avanzada de un regimiento que viene del sur con rumbo al Regimiento de Infantería de San Bernardo. Asimismo, usted es responsable de sus obreros. Si alguno de ellos lleva un arma, lo fusilo “al tiro”. Ni un corta uñas deben llevar estos viejos. ¿Le queda claro?
Y así fue como una camioneta y dos buses de civiles se incorporaron a una avanzada de jeeps, camiones y tanques del Ejército de Chile. Nadie entendía nada. Que hacían esos civiles en medio de una columna militar. ¡Y de dónde aparecieron esos H…! era el comentario generalizado.
Una vez arribado al mencionado Regimiento de Infantería, Cristaldo le solicita al General o Coronel a cargo continuar con su viaje.
· ¿Pero quién se cree que es usted? Hay varias áreas del centro y sur de Santiago que no “han sido tomadas”. Los van a acribillar. Tendrá que pasar al menos 8 controles, donde los van a detener, registrar e interrogar.
· Ese será mi problema, General.
Y pese a lo anterior, fueron autorizados para continuar su recorrido, logrando cruzar el Barrio Industrial de Lo Espejo, lugar donde se combatió con fiereza.
Comenta mi fuente que un Helicóptero del Ejército o FACH sobrevolaba frente a ellos y disparaba a los alrededores de la carretera, permitiéndoles avanzar. El problema radicaba en que el fuego era respondido y en consecuencia las balas pasaban literalmente por sobre sus cabezas.
A medida que avanzaba esta osada columna, los trabajadores que vivían cerca del sector, se bajaban rápidamente y huían “como conejos”. Sus caras de horror y angustia eran elocuentes.
· Oiga patrón, las balas están pasando muy cerca de la camioneta. Temo que me llegue una.
· No te preocupes, le respondió Cristaldo, esbozando su clásica sonrisa, porque de ser así, a mí también me alcanzará.
Que gran consuelo, seguramente pensó el aterrorizado chofer, acompañado de algún adjetivo o chilenismo de rigor.
Cerca de la Alameda, en uno de los tantos Controles que debieron sortear son instruidos de tomar la vereda norte de la Alameda y NO la del sur, pues de lo contrario serán confundidos con el enemigo y serán destrozados.
Afortunadamente tomaron el camino correcto, pero al llegar a una calle en pleno centro de Santiago, fueron interceptados por una patrulla de Carabineros, cuyo Sargento estaba absolutamente descontrolado.
· ¿Y quiénes son ustedes ? qué se han creído? ¿andan de paseo los H…?
Y con su subametralladora obliga a todos los pasajeros a bajar de sus vehículos.
· Debería matarlos a todos por imbéciles.
· Somos empleados de ENDESA y nos dirigimos a Cerro Navia, afirmó con convicción nuestro protagonista.
· Pero, ¿usted es H…? Cerro Navia no ha sido “tomada”. Estamos combatiendo calle por calle. Ya me han matado a tres Carabineros estos malditos hijos de #-¡«.
Se escuchan permanentes disparos mientras se produce este diálogo, los cuales obligan a los contertulios a resguardarse de los mismos.
· Lamento la muerte de sus camaradas, Sargento, pero al igual que usted, soy responsable de mi gente y debo seguir mi camino. Usted no me lo puede impedir.
Me comentó mi fuente que el Sargento lo miró fijamente, se acomodó su Sub ametralladora y le dijo:
· ¿O usted es muy valiente o está completamente loco? Buena suerte.
Y así fue como la comitiva logró pasar un último e imprevisto control, logrando esa noche llegar sana y salva a la mentada Subestación Eléctrica.
Dos días estuvo Cristaldo en la Subestación de Cerro Navia, la cual se encontraba bajo custodia militar.
Finalmente, cabe mencionar que ningún obrero murió en esta odisea. La mujer e hijos de Cristaldo nunca dimensionaron, salvo hasta hora, lo cerca que estuvieron de perderlo como marido y padre, respectivamente.
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