El egresado de Psicología, Isaac Díaz, fue becado por la institución y permaneció en África entre enero y marzo de este año.
Fueron dos meses que de seguro marcarán para siempre la vida de Isaac Díaz. Entre enero y principios de marzo, a semanas de egresar de Psicología en la UST Temuco, tuvo la oportunidad de trabajar como voluntario en Etiopía, el segundo país más poblado de África, después de Nigeria.
En esta verdadera travesía estuvo acompañado por Michel Zamorano, estudiante de Medicina Veterinaria de la UST Santiago, quien junto a Isaac fue escogido por la institución para participar por primera vez en esta instancia, fruto de la gestión de la Dirección Nacional de Asuntos Estudiantiles ante la fundación “Amigos de Etiopía”, que tiene como misión apoyar a la Comunidad Misionera San Pablo Apóstol en los diferentes proyectos que desarrolla actualmente en dicho país.
Oriundo de Collipulli, Isaac asegura que “estar lejos de casa no era algo desconocido para mí. Llegar a un lugar nuevo, con una cultura totalmente diferente, con tradiciones muy diferentes, haciendo cosas todos los días, no da mucho tiempo para pensar en lo que dejas atrás, o por lo menos eso me pasó a mí”, señala a pocos días de regresar a Chile.
-¿Cuál fue el trabajo específico que realizaste allá? ¿Cuál y cómo era tu rutina diaria? ¿A quiénes entregaban ayuda como voluntarios?
Mi experiencia de voluntariado se divide en dos partes. Al llegar nos propusieron ir a una misión que estaba comenzando al sur del país, en una zona llamada Nyangatom, en la frontera con Kenia. Allí, junto a Michel, estuvimos durante dos semanas, en compañía de dos sacerdotes.
En ese lugar, nuestra labor fue ayudar principalmente a los habitantes del poblado de Kakuta y a un grupo de nómades de Sudán, que estuvieron unos días de paso en el sector. Después de ello, volvimos a las misiones a las que estábamos destinados desde un principio. Con Michel estuvimos en Muke Turi. Entre otras cosas, nos dedicamos a hacer una semana de la higiene y charlas explicativas muy didácticas para los niños. Asimismo, se desarrollaron capacitaciones a las profesoras y visitamos pozos que son parte de los proyectos acuíferos y de agricultura.
De seguro la comunicación y las costumbres fueron aspectos difíciles de sobrellevar en un comienzo. ¿Cómo lo enfrentaste y cómo lograste superarlo, y adaptarte a la realidad de las comunidades y el país?
La comunicación fue algo complicada, ya que en todo el país no se habla el mismo idioma. Había casos en los que estábamos con dos traductores para comunicarnos. En lo personal, me podía comunicar con la ayuda de los otros voluntarios o directamente con las personas que hablaban español, que eran las misioneras y los sacerdotes. De todas formas, con el paso de los días aprendimos palabras claves en amarico, uno de los dialectos del país, y podíamos comprar cosas e interactuar con los niños.
A esa realidad me adapté con el tiempo. También a la rutina de filtrar agua o purificarla con pastillas de cloro. Las primeras veces fue algo complejo, ya que, por ejemplo, en Nyangatom había que beber agua con sabor a piscina y temperatura ambiente, que en ocasiones llegaba a los 45 grados.
-¿Volverías a repetir esta experiencia?
Me encantaría repetir la experiencia y planeo volver a Etiopía. Lo que viví es muy enriquecedor a nivel personal, pero es duro, en muchos aspectos. Bajé unos 11 kilos, perdí casi un 10 por ciento de masa muscular, pero valió la pena.
Ir allá es una inversión grande. Era un ambiente familiar, todos con una meta, un objetivo, daba gusto estar ahí. Y cada sonrisa de los niños, era una inyección de energía. Me gustaría perfeccionar mi inglés, juntar algo de dinero y regresar en unos años más. Por lo pronto, el nexo con la Fundación “Amigos de Etiopía” está, y ayudaré en lo que pueda. Si no es de forma presencial, buscaré la forma, y el tiempo dirá como.
¿Qué sentido tuvo para ti representar a Santo Tomás en este desafío?
Siento que tiene el mismo significado que para los tomasinos que este verano participaron de los trabajos voluntarios: Aportar un grano de arena y obtener a cambio una experiencia invaluable.
Este proyecto demuestra a los estudiantes que la institución realmente cumple con sus ideales. La proyección internacional que se alude se ve reflejada en la participación en esta iniciativa. De esta forma, se puede demostrar a la comunidad educativa que Santo Tomás tiene un compromiso social real.
-¿Cuál es la enseñanza que te deja este viaje para tu futuro personal y profesional?
Antes que profesional, soy persona. Y esta experiencia fue de un gran crecimiento personal. Creo que me enseñó a ver el futuro con altura de miras, para contribuir cada día a que este mundo sea un lugar mejor para cada uno de sus habitantes. Pienso que hay que cuidar nuestros recursos y no derrocharlos como si fuesen eternos. Son cosas que tenemos que hacer.
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