Pablo de Rokha o la entronización de un mito

PABLO 2 MEMORIA CHILENAEste jueves 15 de septiembre, a las 19:00 horas, en dependencias de Extensión de la Universidad de La Frontera de Temuco (Prat 321), será el homenaje gratuito al revitalizado e influyente poeta nacido en la Región del Maule, homenaje que contará con ponencias, poesía, música y degustaciones rokheanas.

Pablo de Rokha (1894-1968) perteneció a la generación –la de Neruda, Mistral y Huidobro– dorada de la poesía chilena. Mantuvo con Mistral una relación inexistente, con Huidobro una amistad con altibajos, y con Neruda una relación de odio alimentada por las ansias carniceras del absurdo y la maledicencia chilenera. Más de alguien ha afirmado que el camino más corto para congeniar con De Rokha o con Neruda consistía en hablarle a éste mal de aquel y viceversa. Pero es indudable que quien más perdió con esta obstinada enemistad fue el genio de Licantén, pues el Partido Comunista de Chile, al que ambos pertenecían, optó por Neruda como vate oficial e hizo esfuerzos, ya conscientes o no, para invisibilizar al polémico creador nacido en 1894 a las orillas del río Mataquito, cuya poesía desaforada, paradójica y tremendista (“Yo soy como el fracaso total del mundo, oh pueblos / El canto frente a frente al mismo Satanás”) no le resultaba, además, funcional a una causa mundial que anhelaba ser propositiva y optimista.

He ahí (más un confuso episodio acaecido en la casa de De Rokha, cuando Neruda se enamoró de una de las hermanas del autor de ‘Los gemidos’ y fue desdeñado por el padre de éste, cuestión que erradamente Neruda le achacó a De Rokha) la causa fundamental del tenaz odio que en vida se tuvieron. Un odio al que De Rokha dio verbo en a lo menos tres libros, y que en Neruda asumió el carácter del ninguneo y el contubernio solapado.

Muertes y resurrecciones

Y a este respecto, ¿no es acaso increíble que después de varias décadas en que la cultura oficial invisibilizó a este autor, y nos dejó de él la mera imagen de un ser rabioso, malogrado (es preciso recordar que se suicidó a los 73 años de edad) y que comía y bebía pantagruélicamente, lo vislumbre ahora como uno de los escritores más relevantes de las vanguardias latinoamericanas? ¿No es sorprendente, además, que los jóvenes creadores vean en este hombre nacido en las postrimerías del siglo antepasado como un auténtico hermano de sangre?

Lo cierto es que los gustos y las aficiones literarias, lo que se considera relevante o intrascendente, va mutando con el tiempo. Y a estas alturas del vértigo, el autor del ‘Canto general’, conocido en todo el mundo y ganador del Premio Nobel en 1971, es menos vindicado por los poetas nacionales que el hasta hace no mucho casi desconocido De Rokha. Y a este respecto, es posible afirmar que la trágica y convulsa existencia de éste, donde hasta se vio obligado a recorrer una parte no menor de la geografía de la patria para vender sus libros como un auténtico juglar, son aspectos que enriquecen y humanizan su existencia, y que de alguna manera nos lo hacen más cercano.

De Rokha escribiendo debajo del parrón de su casa y exiliando a su gato por haber dado muerte a un gorrión, De Rokha almorzando en vagones de tercera junto a humildes campesinos a los que inspira respeto y admiración, De Rokha polemizando con críticos miopes que tendieron sus redes contra él, De Rokha voceando en la calle su revista “Multitud” que mantuvo durante casi 25 años, De Rokha imprimiendo sus libros en una suerte de empresa familiar, De Rokha comiendo patitas de vacuno acompañado de Teillier en Lautaro, De Rokha conversando durante doce horas –y apertrechado de obstinadas botellas de vino– con Vicente Huidobro. Todas aquellas imágenes son reales, pero sólo constituyen fragmentos de la vida de un hombre de quien es posible afirmar que es acaso la figura más cinematográfica, no sólo de la literatura sino del arte nacional.

Un auténtico patriarca

Lo anterior nos hace concluir que durante mucho tiempo se tuvo de él una idea considerablemente injusta. De Rokha fue un hombre a ratos violento y dado a la polémica, pero también un padre de familia responsable y muy jugado, un amigo noble y afectuoso, un trabajador incansable cuyos quehaceres excedieron con largueza lo meramente literario, y un marido que sintió por su mujer –la también poeta Winétt De Rokha, cuyo verdadero nombre era Luisa Anabalón Sanderson y a quien poco menos que raptó para hacerla su esposa– una adoración desbordante, que ni siquiera concluyó con la muerte de ésta, acaecida casi 17 años antes del intempestivo deceso del poeta, cuando una acumulación de tragedias –dos hijos muertos de pequeños y otros dos en edad adulta, una sensación de fracaso y de pérdida de sentido, y un Premio Nacional que le llegó casi al final de sus días– lo llevaron a quitarse la vida con un revólver de la marca Smith & Wesson, el 10 de septiembre de 1968.

Un homenaje necesario

Por éstas y otras razones, la “Asociación Cultural Juan Emar” –que debe su nombre al escritor santiaguino que residiera durante varios años en la localidad de Quintrilpe, colindante a Vilcún, para escribir su portentosa novela ‘Umbral’– se permitirá homenajear este jueves 15 de septiembre al incombustible De Rokha, poeta que, a juicio de sus integrantes, es acaso la figura patrimonial más relevante de la literatura nacional, un creador inagotable y en perpetuo movimiento.

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