Siempre vivimos en ciclos. Esto es atávico y viene desde el comienzo de nuestra civilización. Nos gustan las cosas que comienzan y terminan. Creo que eso nos da un contexto en el tiempo y espacio, además de permitirnos de alguna manera poder predecir el ciclo que viene.
Si hay un periodo que marca un ciclo es el fin de año. Se juntan eventos muy importantes tales como la Navidad, el Año Nuevo, el cierre de los balances de las empresas, las evaluaciones de desempeño, el cambio de curso en el colegio o de año en la universidad…..las vacaciones. Y todo esto ocurre simultáneamente, claro, una locura.
Estamos llenos de “celebraciones” a todo nivel, y con ello, de brindis y consumo de productos de la tierra asociados al festejo y al relajo, como el vino.
Entre tanto festejo, a nivel mundial se aumenta un 30% el consumo de vino respecto de un mes normal. Esta es una buena ocasión para consumirlo con responsabilidad; es decir, dos copas diarias con comida. Y para los días especiales en que esta medida se hace “utópica”, por decirlo de alguna forma, es muy recomendable intercalar un vaso de agua por cada copa de vino, pero siempre con comida.
Como también en estas fechas vemos desfilar un sinnúmero de etiquetas, cepas y tipos de vino por nuestras manos, les propongo un simple pero esencial ejercicio. Cada vez que te sirvas una copa, pregunta o lee qué es lo que estás tomando: qué variedad de uva, qué tipo de vino, qué año de cosecha. Entérate si es un vino chileno o extranjero. Averigua si es de una viña grande, pequeña o de un productor que elabora algunas pocas botellas al año. Pregunta si es del norte, del centro o del sur. Lee de qué valle proviene. Revisa si es “Andes” lo que indica que es elaborado cerca de la Cordillera, o “Costa” que significa que viene cerca del mar.
Tener conciencia de lo que estás tomando y relacionarlo con la sensación de preferencia y agrado es la única forma de poder conocer y conocernos, buscar el estilo de vino que nos gusta y entender por qué el líquido que está en nuestra copa tiene tal o cual característica.
Algunos podrán pensar en este momento “¿pero para qué complicar las cosas?, hay que tomar el vino y ya”. Es cierto también, pero esto es como la música. Podemos disfrutar sin problemas una melodía de fondo agradable que nos hace pasar un buen momento, pero cuando escuchamos una canción que nos llega y nos toca la tecla precisa, ¿acaso no preguntamos quién la canta o en qué disco está para escucharla de nuevo? En el vino es lo mismo: cada productor, cada valle, cada mezcla tiene un sello, un estilo, una propuesta, que podrá gustar a unos y no a otros, pero lo importante, a mi juicio, es manifestarse: esto me gusta ahora, esto me gusta para otra ocasión…..esto definitivamente no me gusta.
Manifestar nuestras preferencias nos lleva a conocernos mejor. Aprender a conocerse es parte del crecimiento y del cierre de los ciclos. Permite ver dónde queremos estar el próximo año. O donde no queremos estar.
Les dejo esta reflexión de fin de año, de fin de ciclo. Ese ciclo que todos queremos cerrar de una vez por todas o volver a repetir todas las veces que sea posible. Depende en qué punto de la rueda está cada uno.
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