Migrar es un derecho humano universal. Pero también es un duelo que deja cicatrices. Así lo puede ratificar la gran cantidad de extranjeros que ha llegado el último tiempo a La Araucanía, que, en búsqueda de su crecimiento personal o familiar, ha llegado hasta estas frías y lluviosas tierras.
Estas sensaciones crecen desde el desarraigo por el país, la familia y/o el barrio que quedó atrás, con todas aquellas particularidades que van mucho más allá de un acento distinto, y que definen la identidad de cualquier individuo.
Conectarse con esta emocionalidad, que bien puede servir como refugio para enfrentar con mejores herramientas sus nuevas realidades, es el objetivo de “Trayectorias Migratorias” proyecto financiado por el Fondart en la línea Culturas Migrantes, que ha incorporado a una veintena de mujeres extranjeras a sus talleres de arte, identidad y retrospección.
Durante 2017, mujeres provenientes de Colombia, Argentina, Venezuela, Perú, Cuba, Haití, Francia, Brasil y Ecuador, participaron de talleres de danza, pintura y música durante los meses de agosto a diciembre. La última jornada fue liderada por el reconocido músico ülkantufe Joel Maripil en su ruka ubicada en la comunidad Kechukahuin de Puerto Domínguez, donde se conversó en torno al pensamiento del pueblo mapuche y al legado de las culturas originarias americanas, para posteriormente realizar un intercambio gastronómico y de bailes tradicionales entre las participantes.
TALLERES DE DIBUJO Y PINTURA
Leonardo Cravero, pintor y profesor de la Universidad Católica de Temuco, lideró los talleres de pintura, los cuales calificó como “un ejercicio muy terapéutico para mujeres que, en algunos casos, han vivido procesos de desarraigo de su país muy complejos desde el punto de vista emocional”.
El proceso inició con la búsqueda de elementos y códigos de sus lugares de origen, que luego fueron esbozados en la croquera. Las participantes, sin experiencia pictórica previa, se lanzaron en esta aventura, llevando al lienzo sus recuerdos, penas, alegrías, abandono, memoria y todo su imaginario cultural, a través del simbolismo, la figuración y, en algunos casos, abstracción.
Los matices los entregaron las propias mujeres. Por ejemplo: los conflictos sociopolíticos en Venezuela fueron reflejados con palomas, fuego, sombras y esperanza. La mirada ecuatoriana se inclinó por retratar la tranquilidad de la ruralidad otavaleña, así como Cuba entregó el sol y la alegría.
“Lo que sí fue transversal, fue la paleta de colores que usaron. En general, muy saturada, y que responde a los códigos culturales que poseen las personas que provienen de lugares más templados. Casi la totalidad viene del Caribe o de sectores cálidos, y eso se estampó en los colores vibrantes, primarios y muy expresivos. Una pintura sabrosa, como su comida, a diferencia del sureño que es más oscuro y tendiente a utilizar ‘colores quebrados’ como la gama de grises”, puntualizó Cravero.
Una de las participantes de este proyecto fue Mariannys Chávez Jerez, cubana proveniente de La Habana, quien actualmente está estudiando un Doctorado en Recursos Naturales en la Universidad de La Frontera.
Definió el proyecto como “algo que debiera replicarse siempre para los migrantes. Proyectos como éste, ayudan muchísimo. A mí me ayudó bastante, porque cuando me integré a él, llevaba sólo dos meses en Temuco y lo único que hacía era ir de la Ufro a la casa y viceversa. No conocía a nadie”.
A partir del proyecto, e ir conociendo a las otras integrantes, Marianyss fue reflexionando en torno a su propio presente y logró conectarse no sólo con la nostalgia, sino también con la alegría.
“Conocer a otras mujeres que han tenido una situación similar, con las particularidades propias de cada una, es muy valioso. Porque da buenas vibras y conoces a otros países a través del arte”, subrayó.
EN TERRRITORIO LAFKENCHE
Uno de los talleres del proyecto se desarrolló en la zona costera. En el territorio Lafkenmapu. Hasta allí se trasladó el equipo de trayectorias migratorias con un grupo de 14 mujeres participantes, donde se realizaron varios hitos de acuerdo a un programa formativo. La primera parada fue en el mirador de Carahue frente al río Imperial, donde se proporcionaron antecedentes geográficos y socio históricos.
Posteriormente, el ülkantufe Joel Maripil recibió en su ruka del Territorio Budi al grupo, ocasión donde se expuso sobre pensamiento y música mapuche. Y por la tarde se llevó a cabo el taller de intercambio gastronómico y de bailes.
Comentó Maripil: “Para mí fue un regalo impresionante y me sentí privilegiado de compartir algo tan íntimo como el baile, el cómo una cultura puede nacer desde allí, de lo propio. Antes de aprender a leer, las personas aprenden a bailar y moverse. Me gustó que pudiéramos compartir el pensamiento de hermandad que existe y que hemos olvidado”.
“Evidencié, desde mi interior, alimentación cultural y mucha humanidad. Hay mucha belleza desde el alma de cada una de ellas”, comentó Maripil.
Finalmente, agradeció a los profesionales encargado del proyecto, reconociendo el interés de poder internarse en el pensamiento y en la soledad que siente la gente cuando está en otro país. “Ojalá iniciativas como ésta se sigan haciendo”, concluyó el ülkantufe.
“Trayectorias Migratorias” es un proyecto desarrollado por un grupo interdisciplinario de profesionales de la Antropología, Geografía y las Comunicaciones, que promueve desde los Derechos Humanos, la valoración de las comunidades extranjeras en nuestra Región.
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Equipo de trabajo se compone por:
Ximena Alarcón, antropóloga; Fernanda Bascur, egresada de Antropología; Stefany Álvarez, geógrafa; Felipe Campos, antropólogo y Nelson Zapata, periodista.
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