Mitos y desafíos de la integración residencial

IMG_2264Por Académicos Instituto de Estudios del Hábitat

A partir del “cacerolazo” de vecinos de Las Condes en protesta por el emplazamiento de viviendas sociales en su comuna, como instituto de Estudios del Hábitat, nos sentimos interpelados a reflexionar en torno a los mitos y desafíos que implica un proceso de integración residencial.

Diversos estudios realizados en Estados Unidos han mostrado que los conjuntos mixtos no afectan significativamente el valor de las unidades de mayor valor que los integran, ni tampoco el de las propiedades vecinas; es más, pueden generar efectos positivos cuando contribuyen a la rehabilitación o mejoramiento de zonas deterioradas. Por cuanto, es un mito que se vaya a afectar la plusvalía de las actuales viviendas, son pretextos para ocultar un tema cultural mucho más profundamente arraigado en nuestras conciencias: el clasismo.

Por lo tanto, uno de los principales desafíos que supone la integración residencial es claramente superar la traba cultural del clasismo, donde el temor al contacto interclase, el miedo a perder el reconocimiento social de un “barrio de clase alta” por uno mixto y diverso es extremadamente fuerte. Poco valor, pareciera así tener una forma concreta de superar las desigualdades tan propias de nuestra estructura social. Desigualdades, que en términos residenciales parten por el no reconocimiento del “otro”, más bien, por el deseo de mantener la exclusión y segregación espacial de grupos sociales que no cumplen con el estándar económico.

Ahora bien, ¿por qué es tan necesario un proceso de integración residencial? Un autor señala que la segregación es relevante de superar, en tanto que el aislamiento del lugar produce realidades específicas, donde, los grupos segregados se ven afectados negativamente en múltiples aspectos de sus vidas. La integración, en cambio, posibilita una “nueva geografía de oportunidades”, en el entendido que una vivienda bien localizada permite la movilidad social, el acceso a mejores servicios, repercutiendo en el mejoramiento de la calidad de vida urbana.

En este sentido, el Subsidio habitacional  de Integración Social, permite, al haber una combinación de viviendas de mayor y menor  valor, el acceder a terrenos mejor ubicados y así acercar a familias vulnerables de la población a  una nueva espacialidad urbana con mejores posibilidades de desarrollo.

Estudios realizados sobre la segregación socio espacial en ciudades norteamericanas, evidencian que aquellos sectores urbanos que concentran altos niveles de segregación, específicamente alta concentración de población pobre, evolucionan hasta convertirse en áreas aún más segregadas. Las limitaciones en términos de las posibilidades de movilidad social, la integración en redes sociales o laborales, las dificultades en el acceso a los servicios urbanos o a la infraestructura básica que se presentan en aquellas áreas de la ciudad segregadas socio-espacialmente contribuirían a reproducir permanentemente las condiciones de pobreza.

Por último, ¿podrá una decisión política modificar la cultura de la segregación espacial? creemos que sí, en la medida que se acompañe de una política urbana integral que atienda no solamente a la superación de la distancia física sino que también, y más significativa aún, la brecha sociocultural. Por ahora, los vecinos de Las Condes optan por evidenciar su cultura clasista más que por asumir los desafíos y beneficios de la integración social.

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