Nueva Ley de Convivencia Vial: Buen paso pero…

Alejandro Torres foto2Alejandro Torres

Académico Facultad de Ingeniería, U. Central

A inicios de esta semana recibimos la noticia de la pronta implementación de la nueva Ley de Convivencia Vial, marco regulatorio indispensable para poder realizar una mejor gestión del tránsito en la ciudad, sobre todo considerando las nuevas tipologías de vehículos no motorizados que se han ido sumando a nuestro espacio vial urbano.

La ley aborda aspectos relacionados con deberes y derechos de automovilistas, peatones, usuarios de biciclos, patinetas, patines, como por ejemplo: distancia mínima para sobrepasar a un ciclista, que éstos últimos no puedan circular por la vereda (salvo niños y adultos mayores), inclusión de materias de convivencia vial en las escuelas de conductores, entre otras.

Sin embargo, como ha pasado en otros proyectos de ley relacionados en la materia, hay asuntos que no aborda y que son imprescindibles para poder lograr que la movilidad y uso del espacio vial sea compartido por todos de la manera más segura posible.

Nuestras autoridades y legisladores deben comprender que el uso del espacio vial es un asunto cultural, por lo tanto, su buen o mal uso es a través de un aprendizaje que tiene que ver con lo heredado y con el ambiente en el cual uno se desarrolla, sobre todo en aquellos usuarios que nunca han tenido una educación vial de manera formal. Es decir, si cada día compartimos un espacio vial donde la mayoría de los usuarios tiene un mal comportamiento, es muy complejo no seguir esas conductas, si a eso le sumamos lo que heredamos de nuestros padres (que pueden tener un comportamiento correcto o incorrecto), lo más probable es que sigamos repitiendo conductas y acciones que van en sentido contrario al uso correcto y seguro del espacio vial.

Si bien los marcos regulatorios son muy necesarios, éstos per sé no son suficientes para lograr cambios culturales, en particular cuando abordan la conducta de los usuarios del espacio vial. Además de la normativa, la fiscalización de su cumplimiento y las sanciones, deben existir las instancias necesarias para poder educar a toda la ciudadanía en ello, y el único espacio donde esto es posible es en los recintos educacionales; por ejemplo, si un usuario de bicicleta nunca ha conducido un vehículo, quiere decir que nunca tuvo educación vial formal, por lo cual hace uso del espacio vial bajo un aprendizaje heredado y relacionado con el ambiente donde se ha desenvuelto. No podemos relegar sólo a las Escuelas de Conductores de vehículos motorizados, la educación vial formal.

Es fundamental que la educación vial formal se comience a desarrollar en las edades tempranas, iniciándose en la etapa preescolar y continuando en la escolar, con ello nuestros niños y jóvenes podrán comprender lo fundamental que es el valor de la vida propia y de los demás, punto central para poder reducir los accidentes tránsito y sus víctimas, para poder lograr en el mediano plazo un cambio cultural real, donde todos aprendamos a convivir y compartir de manera segura el espacio vial.

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