De visita en nuestra región, invitado por la Universidad Católica de Temuco, el ex Ministro de la Unión Europea Rocco Buttiglione analizó temáticas como la migración y el rol de la Universidad en la sociedad actual.
Cautivado por las bellezas de nuestro territorio se mostró el filósofo italiano, Rocco Buttiglione en su reciente visita a La Araucanía, en el marco de una invitación académica de la Universidad Católica de Temuco.
Buttiglione es profesor de filosofía de la Universidad de Roma La Sapienza y su formación como jurista la tuvo en Universidades de Turín y Roma. A lo largo de su carrera política, ha ocupado altas responsabilidades como Ministro de Política de la Unión Europea y Ministro de Bienes y Actividades Culturales; fue miembro del Parlamento Europeo y del Parlamento de Italia donde ejerció como vicepresidente de la Cámara de Diputados. Es miembro de la Academia Pontificia de Ciencias Sociales y de la Academia Europea de Ciencias y Artes y en el año 2005, la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala, le otorgó un doctorado honoris causa por su compromiso con las ideas de la libertad.
Entre las principales temáticas de estudio del académico italiano, se encuentran la doctrina social de la Iglesia, la persona y la familia, el cristianismo y los procesos de migración. Sobre éste último, Buttiglione presentó al Parlamento Europeo una propuesta de política de migración que acogiera las experiencias de los diferentes países de la Comunidad Europea.
Consultado sobre su visión de los procesos de migración en Chile, a partir de la experiencia vivida en Europa, el profesor Buttiglione comentó que existen tres principios bajo los cuales podemos entender el proceso social, cultural y económico de la migración, desde una mirada social cristiana. “El primer principio – dice Buttiglione – podemos tomarlo de San Agustín, que dice: “el amor bien ordenado, comienza con mí mismo”. Yo soy hermano de todos los hombres, pero hay algunos hombres que están confiados a mi responsabilidad de una manera más intensa. Mis hijas son confiadas a mí, de manera más intensa que las hijas de mis hermanas o que las otras mujeres de Roma o de Italia, así que hay que seguir un orden en la caridad. Las comunidades principales son la familia, en primer lugar, y luego la Nación. No es posible que los pobres de una Nación piensen que la clase dirigente tiene una idea de hermandad universal en que no se reconoce que ellos tienen un derecho prioritario a ser ayudados y sostenidos. El segundo principio, se refiere a la parábola del buen samaritano. Si uno no tiene nadie que lo ayude, si encuentro un niño y ese niño no tiene nadie quien lo cuide, es mi hijo. Tengo que acogerlo como mi hijo. Hay gente que no tiene más una casa en el mundo, los perseguidos, los sirios cristianos por ejemplo, que si regresan a Siria serán asesinados, tenemos que integrarlos no podemos devolverlos a su casa, no tienen casa. Y finalmente, el tercer principio los migrantes ilegales, los migrantes económicos que no podemos integrar tenemos el derecho de reenviarlo a su casa (país de origen). Pero, y ¿si en su casa se mueren de hambre?, tenemos también el deber de ayudarlos en su casa para tener una política para ayudar a los que se encuentran muy mal en su casa; a ellos debemos ayudarlos a tener trabajo, a vivir, a crecer, en su familia de origen. Ayudar a un niño a través de su familia, es mucho más efectivo y cuesta menos también. Creo que esos son principios básicos que ayudan a entender cómo debemos tratar el tema de la migración”, explica.
En este sentido – dice el filósofo – para Chile sería complicado hacerse de esta responsabilidad en solitario como país, y se debería generar vínculos con otros países para que puedan recibir a quienes deben volver a sus países de origen, si así fuera necesario. “Creo que se necesitaría de la cooperación de más de un solo país, se necesitan acuerdos con los paises de origen de las migraciones, pero también con los otros países latinoamericanos porque es un problema continental y ningún país tiene la fuerza para solucionarlo por sí mismo”.
Francisco, el Papa latinoamericano
En la oportunidad se refirió también a la figura del Papa Francisco quien estuvo hace algunos meses en nuestro país y en La Araucanía. En sus palabras definió el estilo “latino” del Pontífice.
Para Buttiglione, tratar de entender la forma de ser de Francisco y su disposición frente algunas situaciones, da cuenta de las diferencias culturales que presenta con sus antecesores. Comenta que Ratzinger para responder a una inquietud que se le presentaba, se tomaba su tiempo. Debía reflexionar y analizar todas las posibles miradas que involucraran el tema expuesto, a diferencia de Francisco, que responde en el segundo con lo que sale de su corazón, porque reconoce como más valioso esos “30 o 45 segundos en los que te relacionas con la otra personas porque podrás llegar al corazón de quien te está hablando”. Sin duda, una mirada diferente.
“Francisco nos muestra que estamos viviendo un cambio de época donde debemos entender las culturas diferentes y volver a confiar en la misericordia y eso a veces para los europeos no será fácil, pero ya les hemos pedido a los latinos por siglos que entiendan y acepten a Pontífices europeos, ahora nos toca a nosotros entender al Papa latino”, comenta.
El Rol de la Universidad
Finalmente, analizamos con el destacado filósofo el rol que la Universidad como institución juega en el desarrollo de un pueblo, y en este caso en particular, el rol que una Universidad Católica tiene en un país como Chile y en una región como la nuestra donde convivimos con multiculturalidades que dan valor al territorio.
“El rol de la Universidad es siempre de formar personalidades críticas. La gente tiene en su cabeza un montón de ideas que no son suyas. Si le pides una cosa, te responden con lo que oyeron en la televisión, leyeron en la prensa, escucharon en la cafetería, así que la primera tarea de la Universidad es poner entre paréntesis todo lo que el estudiante cree saber y no sabe, para que comience con lo que sabe por su experiencia directa. Una segunda etapa sería considerar todo lo que los otros dicen paragonándolo con las evidencias y exigencias fundamentales de mi corazón y con lo que yo conozco por experiencia directa. De esa manera, yo voy a evaluar críticamente lo que dicen los otros, viendo si eso coincide con lo que yo he vivido o eso no coincide, pero ¿es compatible o incompatible?. Es posible que el otro haya visto una cosa que yo no he visto, pero que está y cómo podemos integrar a la experiencia del otro con mi experiencia propia”, explica el profesor.
Reconoce que esta postura es muy “latinoamericana”, donde se refleja la mezcla que se produjo entre españoles y los indígenas habitantes del territorio y lo ejemplifica con el poema de Jorge Luis Borges, “El Otro, el Mismo” donde el “indígena es el otro, pero es lo mismo, porque es hombre igual como soy hombre yo y para entender su humanidad, se debe ampliar su concepción de la humanidad, integrando a la humanidad del otro. Hay que ser capaz de aprender del otro, manteniendo su propia identidad y poder comunicar lo que su propia experiencia le sugiere. Esa es la tarea de la Universidad, integrar. Integrar saberes, pero también integrar personas. No hay universidad sin comunidad académica en la percepción de la búsqueda común de la verdad y de un camino común”, concluyó Rocco Buttiglione.
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