Franco Muzzio
Extensión Cultural, U.Central
Cuando lo innumerable y lo duradero toma posición en la obra de una persona, pasarse de los 100 años te mantienen por siempre en la nómina de los recién llegados. Nicanor Parra Sandoval, antipoeta de este pedazo del mapa del mundo, miembro indiscutido de la geografía de la poesía chilena, ha partido. Tomó la decisión de salirse del mundo después de ir bailando y cerrándole el ojo al lenguaje por más de un siglo.
Su trabajo literario no se olvidará, su sola presencia marcó un antes y un después, una suerte de caos que reconfiguró el tablero de los versos de la década del 50´, un continuo ‘revolverle el gallinero’ a la pomposidad de la atmósfera de la época que le tocó vivir.
Con la aparición de ‘Poemas y Antipoemas’ el panorama literario, liderado principalmente por Neruda, es tensionado por esta reivindicación del lenguaje, por esta forma de devolverle los sentidos a la palabra diaria, al imaginario del ciudadano a pie. Con los años la obra de Parra incluso reivindica el ‘mal gusto’ devolviéndole la posibilidad de agudizar y connotar la carga emotiva de su discurso.
El antipoeta quedará como el primer twittero, como el espíritu de los memes que aún no se han creado, como quien revolucionó la poesía devolviéndola a la boca y principalmente a los ojos de las personas simples. Como un estudioso, como un traductor de su país, como un hombre que atrapaba fragmentos al vuelo y los devolvía al imaginario colectivo en forma de flecha.
Parra se guardará en el equipo poético de todos los tiempos, se le recordará por el sarcasmo fino y la ironía veloz. Parra, la forma de reír de los chilenos, el hombre que el Nobel se lo perdió en su burocracia y purismo inútil.
Nicanor, vaya y vuelva cuando quiera que no creo que el paisaje llamado Chile cambie tanto de aquí al próximo siglo. Seguiremos siendo el paraíso de los panes mal repartidos y promediados al antojo de las cifras económicas. Seguiremos siendo el país en donde caben todos los gatos encerrados y la “musiquita de los patriotas”. Total “aquí no se respeta ni la Ley de la Selva”. En el hueco negro de las pizarras nos seguiremos viendo. El embutido de ángel y bestia partió.
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