El reconocido arquitecto nacional participó de una jornada de reflexión en U. Autónoma
“Esto no es una charla, es una conversación”. Así comenzó el diálogo entre el destacado arquitecto chileno Alejandro Aravena Mori y las más de 200 personas que se asistieron a la jornada de reflexión organizada por la Facultad de Arquitectura y Construcción de Universidad Autónoma de Chile en Temuco. El profesional recibió en 2016 el Premio Pritzker, reconocimiento de nivel mundial que se otorga a quienes han realizado desde la arquitectura un aporte y contribución a la humanidad, galardón conocido como el Nobel de la disciplina que transformó al fundador de Elemental en el primer chileno en recibirlo.
Durante su visita a la capital regional realizó un análisis de las políticas públicas que se han desarrollado en nuestro país durante los últimos años, sobre cómo de debieron ejecutar los proyectos habitacionales si se hubiese “pensado mejor en el problema” y cómo las desigualdades de un sistema se reflejan en una ciudad que congrega, pero que a su vez separa.
“La ciudad es un reflejo muy concreto sobre lo inequitativo que es un sistema o un modelo que tenemos, por lo tanto todas aquellas desigualdades que están presentes en el sistema económico, político , social o incluso ambiental se reflejan directamente en la ciudad. Una vez que eso se generó y la ciudad lo reflejó termina siendo la manifestación concreta en calidad de vida, de los malos sistemas del transporte público, la mala calidad del espacio público, de la vivienda o de la infraestructura. Eventualmente podría ser ese mismo reflejo el que podría darnos una primera aproximación a la corrección de esta desigualdad”, afirmó Aravena.
Agregó “el espacio público, por naturaleza, es una herramienta muy potente redistributiva de calidad de vida, que no está asociada al ingreso, por lo tanto puede hacer esas mejoras en un plazo relativamente corto comparado con otras posibilidades. La ciudad puede funcionar como este mecanismo de corrección de inequidades. En la medida que nosotros entendamos que tenemos que modificar las reglas del juego , tal que la manera de invertir en ciudad sea inversamente proporcional a los ingresos de esa distribución que tiene concretamente en el espacio, podríamos tener alguna clave de empezar a revertir este sistema inequitativo , que se venía acumulando como presión social de hace bastante tiempo y esa bomba de tiempo , como la llamamos hace un tiempo en la Bienal de Venecia, esa bomba que acumuló fricción es lo que estamos viviendo hoy en día”.
En esta conversación al aire libre y en un ambiente muy lejano a las formalidades, el arquitecto habló sobre la importancia de la localización, el no romper con los sistemas de las familias que son “erradicadas” hacia un proyecto habitacional , apuntando a que la “radicación” siempre será una mejor solución, aunque implique muchas veces invertir en un terreno que puede ser más costoso para quien lo ejecute, pero que dará mayor valor a las propiedades.
Aravena mostró especial preocupación en el rol de las participaciones ciudadanas y cómo estas deben ser planeadas para que la vivienda o barrio que se desea crear cumpla realmente con las expectativas o necesidades de las personas. “Siempre se debe apuntar a la pregunta y no a la respuesta. Qué queremos hacer y luego pensar en cómo lo hacemos”.
Durante este diálogo, donde compartió las experiencias que ha tenido desarrollando proyectos de viviendas sociales en Yumbel o Iquique, realizó una reflexión sobre el papel de la arquitectura y cómo las nuevas generaciones debieran entenderla.
“Cuando yo estudié la arquitectura se entendía mas bien como una de las bellas artes, la dimensión política o social era eventualmente no entendida como arquitectura. Si eso ha tenido o no un cambio en la educación no lo sé, pero creo no es el reemplazo de la arquitectura como bella arte y ahora como una especie de servicio público, es la capacidad de sumarle a su dimensión de arte esta capacidad de ser una herramienta y un vehículo poderoso de mejora de calidad de vida”.
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