Amazonía: la “Tragedia de los Comunes”

Giovanni Calderón director ejecutivo ASCCGiovanni Calderón Bassi

Director Ejecutivo Agencia de Sustentabilidad y Cambio Climático

La Amazonía se quema y el mundo se trenza en disputas políticas para apuntar a un responsable.

El drama de la Amazonía no es otro que la clásica “Tragedia de los Comunes”, es decir, una situación en la cual los individuos, motivados solo por lo personal y actuando independiente, pero racionalmente, terminan por destruir un recurso compartido y limitado, aunque a ninguno de ellos, como individuos o en conjunto, les convenga que el recurso sea destruido.

Lo que subyace tras este drama, tan recurrente en la historia de la humanidad, es la permanente tensión entre dos valores fundamentales: libertad y responsabilidad.

En el drama de la Amazonía, libertad para hacer uso de sus recursos naturales como los bosques y el agua, pero sobre todo la tierra; y responsabilidad frente a la necesidad urgente del planeta de contar con un pulmón verde fundamental para absorber el carbono y mantener las corrientes atmosféricas de las cuales depende el ciclo de las precipitaciones de muchos países.

Pero mientras la “Tragedia de los Comunes” consume la Amazonía, nosotros, los pobladores de este planeta, sólo buscamos a quién apuntar con el dedo. Un enemigo al cual culpar de todos nuestros males y en quién descargar todo nuestro odio por las injusticias del mundo.

Y mientras este chivo expiatorio parece encarnarse en el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, aparecen informaciones sobre un supuesto decreto del presidente de Bolivia, Evo Morales, autorizando explícitamente una “quema controlada” en la Amazonía boliviana.

Pongamos un poco de sentido común -el menos común de los sentidos- y entendamos algo de Perogrullo: el problema de los incendios en la Amazonía no es un problema político… Es un asunto de subsistencia de la humanidad.

Y mientras resolvemos cómo solucionar la “Tragedia de los Bienes Comunes”, cooperemos con acciones eficaces a superar la emergencia, más allá de las ideologías y la trinchera política.

Es simple: las palabras no apagan incendios y el mundo no subsistirá sin árboles.

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