Susan Bowerman, Directora de Educación y Capacitación en Nutrición Mundial de Herbalife Nutrition, explica la diferencia de estos tipos de alimentación y ofrece algunos consejos para vencer la costumbre de comer emocionalmente o por estrés.
En cuanto a los buenos hábitos alimentarios, existen señales que pueden ayudar a distinguir el apetito emocional o por estrés del apetito físico y real. El hecho de comer como escape emocional o por estrés generalmente aparece repentinamente, en general se hace para escapar de sentimientos negativos que se está experimentando, con la esperanza de que la comida nos haga sentir mejor. A muchos nos pasa que comemos emocionalmente de vez en cuando. A veces es una decisión consciente pero, con más frecuencia, automática. Quizás la persona no sabe exactamente qué es lo que le molesta, pero está bastante segura de que la comida es lo único que curará su malestar.
En cambio, el apetito físico tiende a aparecer de manera gradual, la persona comienza a sentir hambre pero puede esperar para comer, lo cual da algo de tiempo para escoger prudentemente y saciar el apetito con algo saludable. Comer por estrés por lo general provoca un antojo de algún alimento con azúcar, grasas y alto en calorías (como el chocolate, por ejemplo). Sin embargo, cuando se está físicamente hambriento, la persona está dispuesta a considerar varias opciones que satisfagan su apetito físico, lo que significa que es más probable que tome una mejor decisión. Una vez satisfecho el apetito físico y cuando el estómago está lleno a gusto, es señal de que ya se ha comido lo suficiente. Sin embargo, cuando las emociones son el motor, es fácil ignorar lo que dice el estómago y se come mucho más tratando de sentirse mejor. Comer por estrés puede levantar el ánimo momentáneamente, pero después, con la misma rapidez, el sentimiento de vergüenza y culpa aparecen.
Con el fin de lograr y mantener una dieta saludable, la experta en nutrición propone algunas ideas para poner en práctica y así evitar la conducta de comer emocionalmente o por estrés:
· Llevar una agenda de comidas: Una agenda de comidas puede ser realmente útil para que veas qué es lo que provoca que comas por estrés. Cuando sientas la necesidad de comer, toma nota de qué tanta hambre sientes con una escala del 1 al 10 (1 = me desmayo de hambre; 10 = estoy tan llena que ya no me entra la ropa). Después anota cómo te sientes en ese momento.
· Admitir tus sentimientos: Si eres consciente de que las emociones son lo que detona que comas por estrés, entonces ¿por qué no aceptarlas? Es bueno sentirse a veces enojado, solo o aburrido. Los sentimientos pueden ser desagradables pero no son peligrosos y no siempre necesitarás ‘repararlos’ comiendo.
· Trabajar en tus habilidades de adaptación: Cada vez que comes como reacción al estrés, es un recordatorio de que no puedes controlar tus emociones. Cuando te afecta el estrés, intenta preguntarte: “¿Qué es lo peor que puede pasar si no como?” Sí, tu nivel de estrés podría aumentar un poco, pero el sentimiento pasará. Practica tolerar tus emociones o encontrar otras maneras de hacer frente a tu estrés.
· Encontrar alternativas a comer: Tómate unos momentos para reflexionar sobre tus sentimientos y piensa en formas para resolver tu problema. Haz una lista de las cosas que puedes hacer en lugar de comer, como salir a caminar, escuchar música o meditar.
· Olvidar los malos hábitos: Quienes comen a causa de sus emociones continuamente refuerzan la idea de que la mejor forma de tratar las emociones negativas es con comida. Al igual que otros malos hábitos, comer por estrés ocurre antes de que tengas oportunidad de pensar en ello. Por lo tanto, necesitas olvidarte de los malos hábitos y ponerte a hacer algo diferente a comer cuando tienes un mal día.
· Esperar hasta que pase: Quienes comen por estrés a menudo temen que si no satisfacen las ansias de comer, el antojo empeorará. No obstante, cuando practican tácticas dilatorias, a menudo se sorprenden de que el antojo simplemente desaparece. En vez de rendirte inmediatamente a las ansias, hazte la promesa de que esperarás unos minutos y dejarás que el antojo desaparezca.
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