Greenpeace y dudas claves ante la pandemia: ¿Hay vínculo entre el coronavirus, clima y medioambiente?

Greenpeace denuncia con tono de urgencia que la contaminación de las termoeléctricas a carbón de Quintero Puchuncaví, denominadas Zonas de Sacrificio, se extiende a otras regiones aledañas y cercanas, como son las playas de Zapallar y Cachagua. © Cristóbal Olivares / GreenpeaceSe estima, por ejemplo, que en China la reducción de CO2 durante febrero llegó a un 25%. Sin embargo, la acumulación de CO2 que se ha acumulado en la atmósfera es demasiado alta. De hecho, y a pesar de estas bajas, análisis de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA) dan cuenta de que lo niveles de CO2 en la atmósfera entre enero y marzo de este año son incluso superiores al que había en igual período del 2019.

En medio de la crisis por la propagación del Covid-19, Greenpeace resumió algunas de las dudas más frecuentes que han aparecido en este período y que busca despejar la relación entre el avance de la pandemia con el cambio climático y el medioambiente.

“Efectivamente, en diversas zonas del mundo, especialmente las que están bajo cuarentena, como China, España, Estados Unidos y en Chile se han generado disminuciones importantes de contaminación. Pero esta situación no puede ser tomada como la cara amable o positiva del coronavirus. En Greenpeace estamos lejos de celebrarlo ya que se vincula con un momento que tiene enormes consecuencias para la salud y economía de las personas. La verdad es que los esfuerzos por disminuir la contaminación causante del cambio climático deben ser producto de medidas de carácter global y no el resultado de una pandemia. El coronavirus y el cambio climático han dejado en evidencia que ambos no conocen fronteras, que afectan por igual a la humanidad y que solo acciones coordinadas y decididas son las que producen cambios relevantes para enfrentarlos”, dijo Estefanía González, coordinadora de campañas en Greenpeace.

En este sentido, desde Greenpeace resaltaron el hecho de que, pese a que en muchas partes del mundo las disminuciones de CO2 han sido drásticas, se trata de reducciones transitorias.

Se estima, por ejemplo, que en China la reducción de CO2 durante febrero llegó a un 25%. Sin embargo, la acumulación de CO2 que se ha acumulado en la atmósfera es demasiado alta. De hecho, y a pesar de estas bajas que se han producido en las emisiones de países como China, informes de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA) dan cuenta de que lo niveles de CO2 en la atmósfera entre enero y marzo de este año son incluso superiores al que había en igual período del 2019.

“Lo relevante es que esta crisis del coronavirus puede ser un punto de inflexión. Primero, por supuesto está el cuidado y la vida de las personas. Pero una vez superada la crisis, debemos pensar a largo plazo y dar un paso definitivo a la adopción de políticas que garanticen la sostenibilidad del planeta”, dijo González.

1. ¿Existe un vínculo entre la pandemia de coronavirus y el cambio climático?

La hipermovilidad humana fue, sobre todo, lo que favoreció la pandemia de coronavirus. De hecho, si las personas hubieran disminuido cada vez más sus traslados, el contagio habría sido más limitado. Este es el objetivo del encierro.

Pero las enfermedades infecciosas se ven favorecidas por el cambio climático y la destrucción de la biodiversidad. Algunos animales, como los mosquitos, extienden sus territorios y, por lo tanto, propagan enfermedades infecciosas más fácilmente. El ejemplo de la gripe también sorprende: debido a que los inviernos son cada vez menos intensos, ahora el virus está activo durante un período más largo, incluso durante todo el año en las regiones tropicales.

2. ¿Disminuyeron realmente las emisiones de CO2 (dióxido de carbono) desde el comienzo de la crisis de Covid-19?

Sí, las emisiones de CO2, responsables del cambio climático, se redujeron en forma significativa en los países afectados por el coronavirus.

En China, por ejemplo, las emisiones de CO2 cayeron casi una cuarta parte entre principios de febrero y marzo de este año, en comparación con 2019. Asimismo, en el norte de Italia y en los Estados Unidos se comenzó a registrar una reducción en las emisiones de CO2 y en la contaminación del aire.

¿Por qué se da esta disminución tan significativa? Es porque está directamente vinculada a la reducción drástica de las actividades industriales que dependen en gran medida del carbón y el petróleo.

Del mismo modo, la desaceleración de la movilidad de las personas, en particular la vinculada al tráfico aéreo global (un sector que emite gases de efecto invernadero), parece conducir mecánicamente a una caída de las emisiones de CO2.

Sin embargo, no hay nada de qué alegrarse. Estos descensos únicos se producen después de un largo período de aumento continuo: los últimos cinco años fueron los más calurosos y además, 19 de los 20 años en los que se registró mayor temperatura corresponden a este siglo.

Sumado a esto, actualmente las emisiones de CO2 en los hogares están subiendo de manera drástica.

3. ¿Podemos esperar un impacto positivo en el medio ambiente y en la reducción de las emisiones de CO2 a largo plazo?

La caída en las emisiones de gases de efecto invernadero y en la contaminación del aire que observamos recientemente es en realidad puramente cíclica. Es una farsa: solo sucedió porque una gran parte de las actividades humanas se vieron obligadas a detenerse en condiciones dramáticas y con graves consecuencias sociales y económicas.

El Covid-19 representa un peligro para la humanidad y el planeta. Las medidas temporales que se tomaron para enfrentar esta pandemia no parecen una respuesta duradera al desafío del cambio climático.

Durante décadas, la tendencia general fue hacia un aumento en las emisiones de gases de efecto invernadero, y las políticas implementadas están lejos de ser suficientes.

Para reducir de manera sostenible las emisiones de CO2 debe revisarse el funcionamiento económico de nuestras sociedades, basado en actividades contaminantes y en la ampliación de las desigualdades.

Sí, todavía podemos esperar una transformación, pero no vendrá de la crisis de salud en sí misma: se necesitará un plan de recuperación sin precedentes que tenga plenamente en cuenta la emergencia climática, ambiental y social.

4. ¿Deberíamos temer un repunte en la contaminación y las emisiones de gases de efecto invernadero, una vez que la crisis del coronavirus haya pasado?

Con el aplazamiento de una de  las principales reuniones internacionales como la COP26 (Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático), crucial para la implementación efectiva del Acuerdo de París, corren riesgo las principales decisiones internacionales que necesitamos para enfrentar otras dos emergencias: el cambio climático y el colapso de los seres vivos.

Mientras tanto, las industrias más contaminantes, como el sector aéreo, ya están trabajando para beneficiarse de los esfuerzos de recuperación, obtener nuevas desregulaciones, y enterrar los estándares ambientales y sociales con el pretexto de volver al crecimiento económico, basado en actividades tóxicas y en orígenes de desigualdad.

Por lo tanto, podemos temer un repunte de las emisiones de CO2 si el plan de recuperación apunta a restituir el crecimiento a cualquier costo.

En 2008, las medidas adoptadas en todo el mundo para frenar la crisis financiera beneficiaron principalmente a las industrias ricas y contaminantes. Incluso, aunque el contexto y la naturaleza de la crisis son muy diferentes en 2020, no podemos permitirnos repetir los mismos errores.

Deben diseñarse planes de recuperación que prioricen a los ciudadanos, su salud, su bienestar, su medio ambiente y el clima, y no a las industrias contaminantes.

5. ¿Cómo podemos asegurarnos de que los problemas ambientales no se pongan bajo la alfombra después del Covid-19?

Esta crisis muestra que es posible intervenir drásticamente en la economía para enfrentar las amenazas a toda la comunidad, cambiar las reglas y tomar decisiones que parecían improbables pero que finalmente se vuelven inevitables. Esta pandemia al menos ha tenido la virtud de cambiar la toma de decisiones políticas: es una oportunidad para adaptar nuestro modelo a la emergencia climática. De lo contrario, solo sufriremos una crisis tras otra.

Es posible y esencial revisar nuestras prioridades, decidir entre actividades económicas útiles para el cuerpo social y aquellas que son parte del problema. Los planes de protección a corto plazo deben, sobre todo, ayudar a proteger a los trabajadores y estar acompañados de una compensación social y ambiental para las empresas tales como la prohibición de despidos y  planes sólidos de reducción de gases de efecto invernadero, entre otras medidas. En segundo lugar, los planes de recuperación a mediano plazo no deberían centrarse en los sectores fósiles. Por el contrario, ahora es el momento de invertir en la transición energética y crear empleos para el futuro, además de imponer a las grandes empresas la obligación de reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero.

“Depende de los ciudadanos hacerse escuchar para incidir en las condiciones de estos planes de recuperación. Debemos estar atentos y movilizados para que los miles de millones que se inyectarán en la economía ya no financien industrias contaminantes, sino que, por el contrario, sienten las bases para un mundo más equitativo, fuerte y respetuoso con el medio ambiente”, dijo Estefanía González.

6. ¿De qué manera concreta se está visualizando este vínculo entre cambio climático y coronavirus en Chile?

Desde hace años que el país enfrenta una situación muy grave de sequía que no ha hecho más que agravarse y extenderse. De hecho, estudios internacionales advierten que Chile está apenas a un paso de ingresar al exclusivo grupo de las 17 naciones del planeta con mayor hídrico.

El hecho es que el avance del coronavirus ha encontrado a Chile es una situación especialmente vulnerable en abastecimiento de agua, cuando la gran barrera de contención a la pandemia consiste en lavarse de manera constante las manos.

Lamentablemente, hoy al menos 350.000 chilenos carecen de un abastecimiento apropiado de agua para poder contener el Covid-19 y el propio ministro de Agricultura ha reconocido que 1.100.000 chilenos están recibiendo agua gracias a camiones aljibes. De hecho, en los últimos cinco años el gasto del Estado en esta distribución de agua equivale a lo que se habría gastado en nueve hospitales de baja complejidad.

Por eso es que la falta de agua ya no puede ser vista más como un tema puramente medioambiental, sino que con esta situación de coronavirus queda en evidencia que se trata de una cuestión estratégica para el país que tiene que ver con la salud y vida de las personas.

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