Esta capacidad definiría nuestro éxito en el futuro, donde los límites no existen y el avance vertiginoso de todos los ámbitos de la vida implica un desafío de “aprendizaje constante”.
En las últimas décadas, y específicamente, desde los años 80, hemos vivido los cambios propios de la globalización, la digitalización, el outsourcing de servicios, internet y lo que podríamos resumir como la cuarta revolución industrial. Estos grandes avances tecnológicos son tan vertiginosos que muchas personas, comunidades, escuelas, políticos y países enteros se quedan atrás. La razón es relativamente simple, pero a la vez muy compleja de resolver. Si las personas no estamos preparadas para adoptar todos estos cambios, es muy difícil que los colegios y universidades, las empresas y las asociaciones sindicales, los Parlamentos y los Gobiernos lo estén, por el simple hecho de que están conformados por personas.
En palabras del empresario estadounidense Seth Godin, considerado uno de los teóricos del marketing más importantes del siglo XXI, escribió un titular interesante: «Ante el cambio, los competentes son indefensos». Según sugiere, una persona competente es aquella que sabe cómo hacer una cosa realmente bien. Pero lo que no saben hacer, en realidad, es cambiar porque el cambio amenaza su competencia.
Según Godin, el mundo necesita cada vez más incompetentes en serie, personas que por su propia iniciativa estén dispuestos a asumir los riesgos que conlleva aprender constantemente cosas nuevas, aquellos que son rápidos para dominar nuevas tareas y lo suficientemente inquietos como para pasar rápidamente a algo nuevo y de manera continua. Para que el término sea socialmente más aceptable, se puede denominar a estas personas como aprendices de por vida.
Tiempo atrás una pregunta tan sencilla y habitual de los padres y amistades como ¿Qué quieres ser cuando seas grande?, resultaba en una respuesta relativamente simple: doctora, bombero, veterinaria, policía, piloto. Sin embargo, en la actualidad las opciones que tienen los niños y adolescentes son muchos más diversas y dinámicas.
“Nos encontramos inmersos en un ecosistema que debemos entender, para poder adaptarnos”, sostiene Alejandra Rojas, Gerente de Operaciones de negocios de Adexus, una constante en el desarrollo humano es el cambio y, por lo tanto, un listado de las “carreras del futuro” podría ser insuficiente para responder la pregunta. “Hay muchas otras variables a considerar, porque además de una profesión u oficio, la persona debe descubrir la forma de encajar en este ecosistema, cada día más complejo”, declara.
El desafío es enorme, hay que formar aprendices de por vida y, además, garantizar sistemas permanentes de aprendizaje y adaptación, no sólo en colegios y universidades, también en la fuerza laboral activa, que debe re-inventarse y re-alocarse toda vez que los cambios tecnológicos se instalan.
Otro aspecto relevante queda para legisladores y gobernantes, que deben garantizar derechos y regulaciones para trabajar desde las casas, mejorar la accesibilidad y aumentar la penetración de servicios de comunicaciones para que esto sea factible. El mundo empresarial tiene su propio afán, debe entregar valor a sus accionistas, también a las localidades donde operan, al medio ambiente y a la comunidad global si su envergadura lo demanda.
“Para que todo lo anterior no sea un listado de deseos y buenas intenciones, se debe formar parte de este sistema complejo, aceptando ser protagonistas de los cambios, estudiando y enseñando, para contribuir a la sociedad y al planeta, con lo que decidamos ser y hacer”, afirma Rojas, agregando que “el éxito laboral del futuro, dependerá de la voluntad y capacidad para seguir creciendo y desarrollándose, para ser más globales de pensamiento, más cómodos con la digitalización, cada vez mejores colaborando con colegas y otras personas, y sobre todo, estar profundamente comprometidos con la adaptación”, concluye.
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