Por José Miguel Martabid, empresario inmobiliario.
Conocidos son los esfuerzos de Corfo y otros actores para atraer más inversiones a La Araucanía, además de apoyar la profesionalización y competitividad de nuestros emprendedores locales, buscando que puedan acceder a mercados más grandes, ojalá globales.
Sin embargo, esos esfuerzos públicos corren el riesgo de pasar inadvertidos, si no vienen acompañados de un fuerte compromiso de todo el ecosistema, el ambiente que permite a estos emprendimientos sostenerse en el tiempo.
Ahí está por ejemplo la necesidad de encadenar la industria tradicional, con la oferta emprendedora local, que sin duda puede y debe atender a las grandes empresas e instituciones de La Araucanía. No sólo eso, también que los empresarios más consolidados puedan invertir y asociarse a algunas de estas incipientes empresas. Aumentar su portafolio o integrar verticalmente algunos procesos.
Así se construye un círculo virtuoso, donde la preferencia se inicie en lo local, activando la economía regional mediante la compra directa a los emprendedores de estas tierras.
Aunque parezca obvio, esto debe acompañarse de empatía y buenas prácticas, como pagos oportunos, por ejemplo.
Las Pymes necesitan caja y no pueden financiar todas las operaciones de terceros. De hecho, trabajan mucho mejor en base a anticipos, pagos por meta, e incluso bonos por resultado. No pueden endeudarse, factorizar o disminuir su producción, mientras esperan meses para contar con sus ingresos operativos.
Esta empatía, también debe ser asumida por el mundo público y todas las instituciones que de una u otra forma frenan la actividad con burocracia muchas veces demasiado rígida.
Se requiere de más facilidades y una vía expedita para llevar a cabo la actividad emprendedora y crecer.
Las pequeñas empresas no pueden perder su valioso tiempo en demasiado papeleo y trámites que podrían realizarse de manera digital, o derechamente ejecutarse de formas más fluidas y flexibles.
Hace exactamente dos décadas, en época análoga y con muchas más trabas, me tocó emprender. El año 2001 fundamos Empresas Martabid, con la esperanza de adjudicarnos proyectos importantes e industrializar la construcción.
No fue fácil y hemos enfrentado hasta hoy todo tipo de inconvenientes. Por eso hablamos desde la experiencia y el aprendizaje que brinda la mejora continua de nuestros procesos.
No es necesario que las emprendedoras y emprendedores de La Araucanía deban sufrir para aprender. Existen formas mucho más armónicas y equilibradas para salir adelante, desarrollar soluciones o productos útiles a la sociedad, convertirse en empresarios.
La unión y colaboración gremial, el apoyo estatal y universitario, la articulación inter sectorial y por supuesto el esfuerzo individual, sumarán el resto de las energías que el ecosistema emprendedor necesita para seguir siendo la fuerza de transformación y movilidad social que todos anhelamos.
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