Chile se enfrenta hoy, nuevamente a esta encrucijada para abordar la situación de violencia que vive el país. Las autoridades se enfrentan al dilema de vencer o convencer. Vencer es imponer la solución propia mientras que convencer significa diálogo, apertura, búsqueda de soluciones impensadas, es decir abrirse a la posibilidad de empatizar con el otro, de cambiar de posición, de considerar nuevas miradas, otros intereses. Abrirse a un proceso de convencer involucra a todos aquellos en conflicto. Para que tenga éxito debe hacerse con responsabilidad, humildad, apertura de mente y búsqueda del bien común.
Chile paga hoy los costos de vencer en vez de convencer. En el caso de la Araucanía, un conflicto que se arrastra desde hace 160 años, Cornelio Saavedra, propuso en 1861 un plan de “pacificación” que consistía en la imposición, por la fuerza, de una nueva frontera con el pueblo mapuche en el río Malleco incumpliendo así el Tratado de Tapihue (*) de 1825 que señala textualmente a que “la línea divisoria es el Bío bio…” Aprendamos de nuestra historia y, por difícil que sea, abramos el diálogo, dejemos de lado los intereses particulares, busquemos en conjunto el bien común y recuperemos el Estado de Derecho, reconociendo que este ha sufrido múltiples y graves trasgresiones a lo largo de nuestra vida independiente.
Ante tamaño desafío cabe preguntarnos si nuestros líderes están preparados para iniciar un proceso de buscar convencer (diálogo) en vez de imponer (por la fuerza). Lamentablemente la respuesta es un categórico y rotundo: NO. Nuestros líderes nunca tuvieron la oportunidad de desarrollar la empatía, de adquirir habilidades socioemocionales, de participar, porque el sistema educacional, desde la más temprana edad, nos prepara para competir y no para colaborar; competir por las notas, competir por destacar, competir por acceso a más y mejores oportunidades, competir por tener más, competir por ganar, etc.
El futuro trae esperanza. Más de doce mil jóvenes y un número significativo de profesionales de la educación han participado con entusiasmo en los programas de prevención de violencia de Fundación Semilla, en los cuales transferimos capacidades para promover y mejorar la convivencia. Aún son pocas las personas que, estando en posición de tomar decisiones, se la jueguen por apoyar iniciativas como esta que a nivel de comunidad rendirán frutos a muy corto plazo, pero que tomará mucho tiempo para tener efecto sobre la sociedad en su conjunto.
Toda persona que ostente una cuota de poder, desde quien administra la llave para acceder a la multicancha del barrio, hasta el Presidente de la República, se enfrenta, casi a diario, con el dilema del poder: vencer o convencer. Nuestra invitación es a irse por el camino del entendimiento que siempre resulta más largo y más difícil, pero que rinde muchos mejores resultados que solo imponer nuestra posición.
Marcelo Trivelli
Presidente Fundación Semilla
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