En pleno siglo XXI, la lucha contra el cambio climático y la crisis ecológica constituye uno de los desafíos más importantes que enfrenta la humanidad.
Con la llegada de la pandemia de la COVID-19, los gobiernos en el mundo han reiterado una problemática que a estas alturas resulta innegable: el interés común y la subsistencia de la raza humana depende de la acción colectiva de colectivos estatales y no estatales que, hasta la fecha, no han dado el ancho para realizar una gobernanza ambiental a nivel global.
En el libro Nuevas voces de política exterior: Chile y el mundo en la era post consensual (Fondo de Cultura Económica), escrito por Camila Carrasco (Centro de políticas públicas de la Universidad Católica de Temuco) y Pedro Glatz (Fundación Rumbo Colectivo), se aborda que en el presente siglo la nueva política exterior de Chile debe ser turquesa.
Los especialistas apuntan que se debe combinar virtuosamente la propuesta de la izquierda tradicional, desde una perspectiva ecologista, con el objetivo de proteger el agua y los océanos. El compromiso, según indican, es dar nuevos criterios progresistas para administrar los bienes comunes globales y naturales.
Nueva política y ecologismo
A diferencia del “capitalismo verde”, la perspectiva turquesa busca superar la creencia según la cual es posible disminuir el impacto ambiental sin abandonar la lógica del crecimiento económico.
En ese sentido, algunos sectores económicos están apostando cada vez más por líneas sostenibles, demostrando que puede existir un balance entre el crecimiento económico y la protección ambiental. Según Irene Paredes, directora de Belleza en SuperGuapas, la tendencia por no dañar a la naturaleza está presente en la industria cosmética.
“La creciente preocupación por la sostenibilidad es uno de los principales motivos del crecimiento de la cosmética natural. Precisamente, esta tendencia ha sido una de las estrategias de Inditex en su apuesta por la economía circular. A través de Zara, el grupo español lanzó una colección de cosmética con productos no testados en animales, además de envases reutilizables y productos que provienen de cultivos ecológicos y biológicos”.
En la publicación se indica que, al igual que en el norte global donde se discute un Green New Deal, en Chile se debe construir un modelo propio de transformación con avances en igualdad y distribución de riqueza. “Nada de esto será posible si no conformamos una alianza férrea con la región en todos los niveles de gobernanza ambiental”, apuntan.
Por otra parte, el libro propone suscribir el Acuerdo de Escazú e impulsar una plataforma de cooperación e integración medioambiental en los países latinoamericanos.
Además, en este espacio se podrá conformar una colación para demandar a los países ricos el financiamiento y la asistencia técnica (incluyendo la discusión sobre patentes y derechos de propiedad intelectual), en el marco del principio de responsabilidades comunes.
Finalmente, dicha plataforma servirá para proponer iniciativas de integración energética, conservación de bienes comunes naturales regionales y la implementación de herramientas tributarias.
* Imagen: https://pixabay.com/es/photos/protecci%c3%b3n-ambiental-medio-ambiente-683437/
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