Francisco Huenchumilla Jaramillo
Senador
El pasado 17 de marzo en el Senado, aprobamos el derecho de los y las cuidadoras a atenderse preferentemente en nuestro sistema de salud. Son miles de personas, generalmente mujeres, que cuidan con dedicación y mucho esfuerzo a algún ser querido. Y lo hacen muy solas, con apoyos mínimos, y sin ser reconocidas debidamente por toda la sociedad. Este es un pequeño primer paso para comenzar a ponernos al día con todas ellas. Lo siguiente es comenzar a discutir sobre un Sistema Nacional de Cuidados, que incluya programas de apoyo y capacitación, como también una remuneración para todas aquellas personas que asisten a alguien.
Según el Estudio Nacional de Discapacidad de 2015, en la Región de La Araucanía que represento, existen más de 130.000 personas con discapacidad. Alrededor de la mitad de estas personas requieren de un tercero que los asista y, lamentablemente, solo un 40% de ellas efectivamente lo tiene. Es una realidad muy común, que muchos hemos visto de cerca con algún familiar o ser querido. Sabemos, por lo tanto, que sin su cuidador o cuidadora no pueden vivir. Son quienes administran sus remedios, controles médicos y necesidades más elementales. En definitiva, se hacen cargo de un problema de toda la sociedad, descomprimiendo nuestro sistema de salud y de protección social.
Por contraparte, la retribución que les entrega la sociedad es realmente vergonzosa: pueden optar a una asignación de 29.682 pesos mensuales, con un bono de 700 pesos.
Para reconocer su trabajo, debemos integrarlas como sujetos de derechos. En el Senado no se ha podido avanzar en su consagración, porque el Gobierno no ha patrocinado las indicaciones que requieren gasto o que modifican materias de seguridad social. Es imposible consagrar derechos, apoyar verdaderamente a los y las cuidadoras, sin incurrir en gasto. No hacerlo significa mantenerlas en la absoluta desprotección.
Quienes cuidan deben recibir una remuneración de parte del estado. No por la bondad de su labor, sino porque es un trabajo. Las mujeres han puesto el punto: los cuidados son parte de aquellas labores que se realizan en el hogar propio, o en otros hogares, sin dar lugar a transacciones monetarias, y que son realizadas principalmente por mujeres. De hecho, son el 73% de quienes asisten a personas con discapacidad. Según ComunidadMujer, aquello representa un 3.9% del PIB. No reconocer este trabajo es una desigualdad más para miles de mujeres cuya labor sostiene al resto de la sociedad. Escondemos bajo la alfombra, no remuneramos, ni facilitamos su trabajo.
Por lo demás, es una tremenda oportunidad como sociedad. Más allá de la mortalidad en estos terribles meses de pandemia, la esperanza de vida sigue aumentando. La tecnología y la inclusión de procesos automatizados en la producción de bienes y servicios es cada vez mayor. Con el pasar del tiempo, tendremos más personas mayores dependientes de otras, y menos necesidad de mano de obra. Era la gran promesa de un mundo tecnológico y robotizado: darnos más tiempo a toda la humanidad para dedicarnos a lo realmente importante, acompañar y disfrutar a nuestros seres queridos. Reconocer la labor de los y las cuidadoras, remunerar aquel trabajo y crear un Sistema Nacional de apoyos, capacitaciones y seguimientos es, finalmente un avance al futuro: hacia una sociedad más humana, que cuida.
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