María Jesús Méndez, encargada de Mejoramiento e Innovación, Agencia de Calidad de la Educación
La pandemia empujó al sistema educativo a reflexionar más que nunca sobre diversos aspectos claves. Desde un enfoque de género, se ha alertado sobre el impacto negativo diferenciado de la crisis, donde las niñas y jóvenes se verían más afectadas, particularmente en contextos vulnerables.
La información que ha levantado la Agencia de Calidad de la Educación a través del Diagnóstico Integral de Aprendizajes es consistente con esto. Los resultados de la primera aplicación, cuya cobertura alcanzó los 360 mil estudiantes, muestran que, en todos los niveles, las estudiantes se han visto más afectadas socioemocionalmente producto del confinamiento.
Al preguntarles sobre el período sin clases presenciales, por ejemplo, un 39% de las niñas de básica y un 54% de las jóvenes en media declaran haberse sentido “mal genio o enojadas”; mientras que, en el caso de los hombres, un 25% de los niños y un 29% de los jóvenes lo declara.
Asimismo, un 36% de las niñas y un 44% de las jóvenes dice haber sentido “miedo a que me pasara algo malo”, y en el caso de los estudiantes, solo un 29% de los niños y un 25% de los jóvenes indican haberse sentido de esa forma.
Otros resultados muestran una tendencia similar: un 56% de las niñas y un 59% de las jóvenes se identifica con la afirmación “la mayor parte del tiempo me siento triste”, versus un 47% de los niños y 43% de los jóvenes. En tanto, 46% de las estudiantes de básica y un 61% de las estudiantes de media se identifican con la afirmación “aunque me esfuerce, las cosas siempre me resultan mal”, pero en el caso de los hombres, los porcentajes son 33% y 36%, respectivamente.
Es preocupante, además, que la mitad de los y las estudiantes de 3° y 4° medio señalen que el período sin clases presenciales ha perjudicado mucho su aprendizaje, pero que la tendencia sea aún mayor en el caso de las mujeres, y eso en todos los niveles de enseñanza media.
Si bien académicamente no se observan brechas importantes, pues tanto en Matemática como en Lectura los aprendizajes en pandemia son bajos a nivel global, y no se perciben diferencias significativas entre hombres y mujeres, esta ausencia de brechas también invita a reflexionar. Históricamente, tanto a nivel nacional como internacional, las evaluaciones de aprendizaje en Lectura siempre han favorecido a las niñas y jóvenes.
Por el momento, hacen falta más estudios que permitan vincular estas brechas educativas de género a condiciones particulares que las podrían estar generando, pero sí se ha levantado información sobre otras brechas de género que la pandemia ha acentuado en perjuicio de las mujeres. Por ejemplo, se ha identificado que en pandemia existe una división desigual del trabajo doméstico y de cuidado al interior de los hogares, que recae especialmente sobre mujeres y niñas. También una mayor exposición de aquellas a situaciones de abuso o violencia, o se atribuye a las mujeres una mayor capacidad de reconocer y expresar su estado emocional.
Avanzar en una comprensión integral y sistémica de estas brechas de género y la subsecuente implementación de acciones orientadas a reducirlas es un desafío imperativo para nuestro país y requerirá de un esfuerzo articulado de todas las organizaciones que trabajan por una mayor igualdad de género en educación.
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