Académico Facultad de Administración y Negocios
Universidad Autónoma de Chile
Las últimas mediciones de inflación conocidas indican que los precios de la canasta se han incrementado en un 3,1% en los últimos 12 meses. Dentro de las divisiones que han tenido mayor alza se mantienen los alimentos y bebidas no alcohólicas cuya variación respecto de igual mes del año anterior es de un 7,8%; el equipamiento y mantención del hogar un 5,5%; y servicios diversos un 5,2%, siendo a su vez los ítems con mayor incidencia en el indicador general.
Si bien esta variable se mantiene controlada y en el rango de la meta inflacionaria establecida por el Banco Central, esta sorpresiva alza reciente del costo de la vida se puede explicar en alguna medida por la significativa inyección de liquidez que ha tenido nuestra economía el último tiempo. Los retiros de fondos de cuentas de capitalización individual destinados a las pensiones, sumado a los paquetes de transferencias de emergencia orientadas a cubrir necesidades, principalmente para familias de menores ingresos, han generado impacto.
Estas iniciativas han fortalecido principalmente la demanda agregada por medio del consumo, toda vez que colocar casi 33 mil millones de dólares vía retiros de AFPs, más transferencias en los bolsillos de las familias, ha forjado presiones al alza del IPC. Si consideramos que el aparataje productivo de la economía se encuentra muy resentido por la crisis sanitaria, se han originado fuertes quiebres de stock en producción y comercialización de diversos bienes. Pues si bien existe holgura de capacidad instalada, la disponibilidad de insumos, productos y reactivación del mercado laboral es de largo aliento, propiciándose un escenario en el cual la oferta no ha podido reaccionar con la velocidad esperada impactando fuertemente las estructuras de costo y en consecuencia en los precios.
Esta situación nos muestra claramente que, a nivel agregado, en situaciones de crisis los estímulos a la demanda deben equilibrarse con paquetes similares orientados a los oferentes, con el fin de fortalecer gradualmente su capacidad de respuesta, cadenas de suministro, logística, recursos humanos y físicos, pudiendo así ajustar eficientemente sus tamaños de planta y responder a los requerimientos del mercado. Si esto no se pondera adecuadamente, el costo de los excesos de demanda lo debe asumir como es habitual el consumidor final y este es conocido como inflación.
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