Francisco Huenchumilla Jaramillo
Senador
Lamento los últimos sucesos ocurridos en nuestra Región, que culminaron con la muerte de dos personas en circunstancias distintas. Esta película, de trágica realidad, la hemos visto repetidas veces, a lo largo de mas de 20 años y con diferentes actores, pero con libretos parecidos.
Esto demuestra claramente que somos una región dividida, fragmentada política y socialmente fruto de la historia, y de la incapacidad de los grupos que han ejercido el poder para entender la naturaleza de este conflicto. Como Senador de la República me duelen los muertos de uno y otro lado, y presento mis condolencias, porque esto demuestra palmariamente que tenemos una enfermedad social que no ha logrado ser entendida por las elites dirigenciales.
¿Hasta cuándo vamos a seguir con más de lo mismo? He sido testigo directo del actuar de los gobiernos de centroizquierda y de derecha, y he visto en ellos ignorancia, suficiencia, prepotencia, clasismo, racismo, indiferencia; en suma, una total irresponsabilidad como conductores del Estado, salvo el simplismo de competir por quién hace mejores políticas públicas, que no discuto que no sean necesarias, pero que soslayan el problema de fondo que nos aquejan.
Cuántas veces hemos visto, cada vez que tenemos elecciones presidenciales, que los programas se llenan de párrafos cargados de promesas para nuestra Región, para constatar con el paso del tiempo que una vez más nos engañaron, y que las promesas se las llevó el viento hasta que la muerte de alguien, un joven o un viejo, un mapuche, un chileno o quien sea, nos recuerda la tragedia que vivimos. Y cómo estos luctuosos sucesos atraen, cuales cuervos trágicos, a las elites santiaguinas para vendernos la pomada de que “ahora sí”, ellos traen la solución de la espada flamígera, de la fuerza del Estado para comprobar una vez más, que todo fue una ilusión, un simple acto de irresponsabilidad política de los agentes santiaguinos del poder.
Estas elites, en su ignorancia y en sus prejuicios clasistas y raciales, no logran ver la realidad histórica de que los conflictos políticos, como el que tenemos acá en nuestra región, no los van a resolver las policías ni los fiscales; sino que, como lo hizo en su momento el Reino de España –y dejando de lado las estrategias de Pedro de Valdivia y de Oñez de Loyola–, optó por la vieja y siempre presente política del diálogo, sentando a las partes a conversar, para buscar en conjunto la solución de los conflictos que les aquejaban.
Y no se trata de una postura frente a la violencia, como de una forma un tanto destemplada, un alto directivo de la PDI emplazaba a “los políticos”, olvidando que él, como los fiscales y otros funcionarios que lo acompañaban, también forma parte de la política, con competencias especializadas, en cuanto formando parte del Estado conducen la sociedad; y conforme a la ley, tratan de resolver sus conflictos.
Ellos, como todos, deben guiarse por el principio de legalidad, y tratar por igual a los detenidos y/ o imputados, sean de Temucuicui o de Vitacura, Las Condes o lo Barnechea, no sometiéndolos a un escarnio público, manteniendo la templanza y la serenidad frente a la adversidad. Es decir, comportándose como hombres de estado, contribuyendo a la confianza en las instituciones, de que son imparciales y comportándose como tales, frente a los distintos grupos sociales; sean pobres y discriminados, como los mapuche, o poderosos, como los vecinos del barrio alto de la capital.
El mundo mapuche dejó de creer en el Estado, en el sentido de desconfiar de sus actuaciones: porque constata no sólo el trato desigual que sufre, sino porque la experiencia le indica que, cada vez que en los recodos de la historia se topa con él, sale de perdedor indefectiblemente.
¿Cómo se van a crear confianzas, si el Estado quiebra el principio de la prudencia y la oportunidad para hacer este allanamiento? Justo el día de la lectura de la sentencia de un caso emblemático para la comunidad de Temucuicui, y según vio todo el país por medio de la televisión, el padre del joven asesinado y sus familiares eran humillados en el camino hacia Angol, impidiéndoles concurrir al Tribunal por el simple pecado de querer estar presentes en busca de justicia para su ser querido. Impedidos por una fuerza pública descomunal, y acompañados por personal del Ejército, que en una actitud imprudente, se presta para hacer tareas policiales.
Rechazo las palabras del Señor Subsecretario del Interior, donde descarta el principio de oportunidad y la prudencia con que se debe decidir el momento de un allanamiento. Y esto lo digo porque sé cómo se hacen estas cosas. Le pido que tenga un mínimo de respecto intelectual por los que fuimos elegidos por la soberanía popular.
Rechazo el camino de la violencia; no es el método para resolver los conflictos en una sociedad democrática, pero al mismo tiempo rechazo la actitud miope y ahistórica de la derecha que gobierna, y de la centroizquierda que gobernó en el pasado, de pensar que lo que sucede en la Araucanía es solamente un problema de orden público y delincuencial. Mientras no se resuelva la interpelación del pueblo mapuche al Estado, respecto de la usurpación de su territorio por parte de éste me temo que esta película volverá a repetirse. Espero que el proceso constituyente sea una oportunidad para avanzar en una solución definitiva.
Finalmente deseo señalar que, respecto de las responsabilidades penales, confío en los Tribunales de Justicia. En estos años, en mi calidad de integrante de la Comisión de Constitución, Legislación, Justicia y Reglamento del Senado me ha tocado participar en los últimos 6 nombramientos de ministros de la Corte Suprema, y he podido comprobar el alto grado de legitimidad y confianza con que el Poder Judicial se ha asentado en nuestra sociedad.
Lamento que el senador Huenchumilla siga con su postura de saberlo todo y no aporte con lo que sabe a una solución. A que le teme? Lamento también que con su experta retorica linguistica crea que nos va a convencer que aqui no hay terrorismo e intervención internacional.