Académico Facultad de Administración y Negocios
Universidad Autónoma de Chile
Desde hace algún tiempo la OCDE entre otros organismos internacionales han reconocido nuestra estabilidad económica como país, considerando el contexto de crisis sanitaria mundial. Se valoran las medidas implementadas para afrontar la pandemia, la solidez y coherencia de la política económica y el marco institucional nos ha permitido sobrellevar y recuperarnos gradualmente de una crisis sin precedentes. Se proyecta un crecimiento de un 6,7% para este año, mayor al crecimiento mundial y por sobre nuestros vecinos, el sustento para ello es la efectividad que han tenido las inyecciones de liquidez, paquetes fiscales y retiros de fondos. El último informe de política monetaria del Banco Central es más optimista y proyecta nuestro crecimiento entre un 8,5 y 9,5%, atribuyéndolo a la política fiscal expansiva y las nuevas medidas de apoyo principalmente dirigidas a familias y pymes.
Si bien, el parsimonioso avance en cobertura, focalización y efectividad de estos apoyos hace que la percepción de la ciudadanía sea pesimista sobre nuestra realidad, respecto de cómo nos ve el resto del mundo. Lo concreto es que las medidas de apoyo representan un gasto público de más de US$26 mil millones en transferencias directas y bonos entregados en los últimos quince meses a las familias.
¿Por qué podría repuntar nuestra economía? Son tres los argumentos principales. El Banco Central ha comparado la efectividad de las transferencias directas a las familias en distintos países y concluye que estas son las de mayor duración en nuestro continente y su cobertura es superada solo por EE. UU. El instituto emisor advierte que, si bien, muchos países de la región actuaron más rápido, hoy tienen menos holgura para continuar con la intensidad de las ayudas. Un aspecto relevante es que más del 50% de los retiros de fondos de las AFP hoy se encuentra ahorrado en distintos instrumentos tradicionales, esto equivale a un 7% del PIB y son recursos que pueden ser liquidados fácilmente. En consecuencia, el consumo aún tiene holgura para crecer, pues solo entre el 15% y el 20% se ha destinado a gasto en bienes y el complemento al pago de deudas y ahorro para vivienda. Un segundo punto es la proactividad con que Chile enfrentó la crisis sanitaria con vacunación temprana y garantías de acceso a servicios sanitarios, esto es muy bien visto por los organismos internacionales y permiten proyectar un retorno gradual de actividades. Tercero, las proyecciones de crecimiento optimistas para China (8,5%) y EE. UU. (6,9%) son positivas para nuestro país, considerando que son destinos importantes de nuestras exportaciones.
¿Qué nos debe preocupar? La lentitud con que otros países han reaccionado a la pandemia, lo que puede ralentizar el comercio internacional y mantener las barreras sanitarias. Internamente las presiones inflacionarias, especialmente el alza de precios de alimentos, pues hoy con una inflación anual del 3,6% nos aproximamos al rango superior de tolerancia, lo que podría cambiar la trayectoria de la política monetaria. Así también, los riesgos políticos legislativos asociados al proceso de transformación que vivimos pueden afectar las decisiones de inversión de largo plazo.
Considerando todo lo anterior, comparativamente nuestro país avanza más rápido que el vecindario y probablemente retomaremos antes la senda de crecimiento, toda vez que las restricciones sanitarias sean administradas de forma estratégica, ponderando en justa medida la salud de la población y la actividad económica.
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