Hogar de Cristo
Hace ya un par de semanas que se presentaron algunos resultados de la encuesta SENDA en población escolar, que tuvo su aplicación entre los meses de agosto y diciembre del 2019. Un factor relevante a considerar es hemos vivido crisis social nacional y crisis sanitaria mundial entre la aplicación de campo y los resultados de la encuesta. Obviando ese importante punto, las cifras que esta encuesta entrega muestran una evolución alentadora en cuanto a la prevalencia mes del consumo de alcohol entre los años 2017 y 2019, con una leve disminución (-1,3%) y la prevalencia año de marihuana, con una baja de 1,8%.
Si consideramos el consumo del último año, el alcohol sigue siendo –por lejos– la sustancia más consumida. Sin embargo, una de las preocupaciones es que las otras sustancias continúan mostrando prevalencias más altas en el consumo de escolares que lo que arrojan los estudios de población general, los que incorporan edades entre los 12 y 65 años. Entre las que tuvieron aumentos estadísticamente significativos se destacan tanto los tranquilizantes (8,6% a 9,3%) como los estimulantes (2% a 2,8%) sin receta médica, multiplicando por varias equis la diferencia con las cifras en población general (6,6 y 9,3 veces, respectivamente).
Nos queda la duda entonces sobre cómo habrán evolucionado las cifras en pandemia en esta población. Parafraseando a Charly García, estar “yendo de la cama al living” es algo que muchas personas han debido hacer durante estos meses, por lo tanto, las sustancias que quedan a la mano de muchos jóvenes son las mismas que se muestran con prevalencias preocupantes, como el alcohol y los medicamentos, ya sean adquiridas por los adultos o compradas en el mercado ilegal. Así como alguna vez la cajetilla de cigarrillo olvidada sobre una mesa podía representar un ícono de la tentación hacia lo prohibido, muchas veces los padres o cuidadores, queriéndolo o no, se transforman en los proveedores de las sustancias que gatillan la experimentación con el consumo.
Las prevalencias nos indican que las sustancias que implican mayor atención siguen estando disponibles en la casa, en el refrigerador y en el cajón del velador. Cabe hoy más que nunca favorecer la cercanía y comprensión, potenciar el vínculo, fortalecer las relaciones familiares. Está demostrado que la mera entrega de información y, peor aún, infundir temor, no son la vía a seguir. Si se cuenta con un espacio familiar donde se pueda conversar, resolver las dudas o expresar los temores, la prevención se hace realmente efectiva.
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