Por Pedro Urrutia, jefe de operación social de Hogar de Cristo.
¿Cómo se siente un joven en un curso cuando es el más alto, el mayor y el más atrasado de la clase? ¿Cómo si a los 17 años sus conocimientos son los de quinto año básico? ¿Qué tiene en común una madre adolescente con un rezago escolar de varios años con sus compañeras de octavo y de qué manera convive con ellas?
Difícil, si es que no imposible.
¿Existe manera de superar esas brechas y retomar la trayectoria educativa, recuperando un derecho básico y una herramienta clave para la superación de la pobreza, que no sea una de las escasas escuelas de reingreso que existen en el país?
Pensamos que sí.
Por eso, este año Fundación Súmate del Hogar de Cristo destinó el equivalente a 66 millones de pesos en asesoría técnica, equipamiento y pago de profesionales para que sostenedores y escuelas con financiamiento público de educación básica o media científico humanista o técnico profesional, así como de personas jóvenes y adultas (los llamados Centros de Educación Integrada de Adultos, CEIA), postulen a esta ayuda para crear en sus establecimiento aulas de reingreso.
Estos espacios de reencuentro educativo son un aporte invaluable para garantizar que, en territorios particularmente pobres y vulnerables, donde la pandemia y sus consecuencias socioeconómicas, han alejado a niñas, niños y jóvenes de la escuela, retornen a ella. No sabemos aún a ciencia cierta cuántos, arrinconados por la precariedad y la necesidad de generar recursos o de contribuir a cuidar a otros para que los adultos trabajen, se han sumado a los excluidos. Antes de la pandemia eran 186, a los que durante 2020, según cifras del Ministerio de Educación, se sumaron 40 mil más.
Nadie quiere que esa llave siga abierta, menos los que están en los territorios educando y viendo cómo el dejar la escuela repercute sobre la falta de oportunidades y la perpetuación de la pobreza de los más vulnerables.
Nuestra región de La Araucanía es, después de la Metropolitana, una de las con mayor prevalencia de niños, niñas y jóvenes excluidos de la educación. Son casi 4 mil en total, de los que tienen entre 5 y 21 años. Pero es, además, la que cuenta con más sostenedores de la educación a nivel incluso de Sudamérica. Apelamos a ellos –una enorme masa crítica de escuelas donde no sólo caben, sino que son necesarias con urgencia estas aulas– para que postulen al fondo Súmate al Reingreso y recuperamos juntos el derecho a la educación de tanta juventud talentosa. Infórmense porque el plazo termina en mayo y el aporte es garantizado por dos años.
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