Por Carolina Marfán, psicóloga de Cognita Chile
Hablar de suicidio con los niños no es un tema fácil, pero es absolutamente necesario. No, no estamos incitando pensamientos peligrosos, sino todo lo contrario: estamos dándole luz a una realidad que muchas veces permanece oculta en las sombras del silencio. De hecho, abordar el tema desde una edad temprana puede ser la clave para prevenir situaciones trágicas en el futuro.
En Chile, uno de los países con las tasas de suicidio más altas de Latinoamérica, la conversación no puede esperar. Si bien no existe una edad específica para comenzar a hablar sobre el suicidio, ya que cada niño va comprendiendo las realidades del mundo desde su propio punto de vista y según su etapa del ciclo vital, lo importante es aprovechar aquellos momentos en los que muestran curiosidad o inquietud para abrir un diálogo sincero y sin prejuicios.
¿Cuál es el rol de los padres y cuidadores en todo esto? Fundamental. No solo deben escuchar activamente e involucrarse en sus vidas, sino también ofrecer tiempo de calidad, promover actividades de bienestar y un espacio seguro, donde los niños sientan que pueden expresar cualquier emoción, por difícil que sea. La clave está en preguntarles qué saben sobre el tema y, sobre todo, hacerles saber que, ante cualquier pensamiento de este tipo, contarán con el apoyo incondicional de su familia.
A menudo, el suicidio es precedido por pistas, tanto directas como indirectas, que podemos detectar si estamos atentos. Los niños que expresan frases como «estoy cansado de la vida» o «mi familia estaría mejor sin mí» pueden estar pidiendo ayuda de una manera que no siempre es obvia. Es por eso que debemos estar vigilantes a estas señales sobre todo si están atravesando situaciones difíciles en el ámbito familiar, social o escolar, y fomentar espacios en los que ellos sientan que su vida tiene valor y significado.
La prevención del suicidio no es solo una tarea para los padres, sino también para las escuelas y comunidades educativas. Charlas, ferias, capacitaciones y la promoción de la salud mental son herramientas clave para crear un entorno donde los niños puedan reconocer sus emociones, sentirse acompañados y aprender a manejar sus dificultades. La educación socioemocional hoy es trascendental. Hablar es el primer paso. Que el silencio no sea la opción.
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