La Universidad Católica presentó los resultados de la Encuesta Bicentenario 2023, que, desde 2006, ofrece un panorama sobre el estado de la sociedad chilena.
Solo el 30% de los encuestados cree que en 10 años el país alcanzará o avanzará en la eliminación de la pobreza, mientras que un tercio piensa que en la próxima década se alcanzará o avanzará en la reducción de la desigualdad.
Ambas cifras se mantienen estables en los últimos años, pero aumenta la desesperanza. Si comparamos con otros desafíos como “ser un país desarrollado” o “resolver el problema de la calidad de la educación”, la percepción es más baja.
El escenario es aún más desalentador.
Esta desesperanza se hace más evidente cuando la pregunta apunta al centro de la cuestión. Solo un 19% de los encuestados cree que existe una alta o muy alta probabilidad de que una persona pobre pueda salir de esa situación, mientras el porcentaje de quienes creen que cualquier trabajador podrá comprar vivienda o tener una pensión digna, apenas llega al 13 y al 6 por ciento, respectivamente. Tienen razón de pensar así: las personas en situación de calle viven con unos 60 mil pesos al mes y su vida puede acortarse en 30 años producto de la rudeza de vivir en la calle.
Nos revelamos ante este panorama.
No podemos asumir como parte del paisaje que compatriotas estén condenados a la pobreza extrema y que el trabajo de toda una vida no alcance para tener una vejez digna. No nos gusta la pobreza, le tememos a sus consecuencias, sobre todo cuando sentimos que nos afectar a nosotros o nuestros familiares.
¿Qué hacer para no seguir anestesiados frente al dolor de millones de personas que viven sin las mínimas condiciones en Chile?
Como Hogar de Cristo llevamos 80 años intentando avanzar en mejorar las condiciones de vida de los más pobres. Para lograrlo, es clave dejar ver y sensibilizarse ante el dolor de quien padecen la miseria y sobreviven en la desesperanza. Ese dolor debe movilizar a la acción, por eso, te invito a conocer lo que hacemos y colaborar con nosotros.
La encuesta Bicentenario entrega luces –o, más bien, sombras– sobre la realidad de las personas de menos ingresos en materia de cohesión social. Mientras el 63% de quienes pertenecen al grupo socioeconómico bajo cree que no puede confiar en la mayor parte de las personas, este porcentaje es de un 39% en el grupo socioeconómico alto.
Esta desconfianza no cae del cielo, nace de la relación cotidiana que las personas de menores recursos tienen con su entorno. La mitad de este grupo dice ser discriminado, menospreciado o sufrir frecuente falta de respeto comparado con el grupo socioeconómico alto. Si la ciudad y sus ciudadanos nos tratamos mal, de qué cohesión social hablamos.
Estos datos refuerzan la necesidad de abordar la pobreza como una urgencia país, porque de su invisibilidad y consecuente desatención surge parte importante de la desconfianza y desesperanza imperantes. Por ahora, en el Hogar de Cristo, seguimos empujando la responsabilidad que tiene la sociedad de garantizar los derechos humanos y la inclusión plena de las personas, especialmente de quienes están en mayor situación de desventaja. Ojalá esta acción no siga siendo una gota en el océano.
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