Reality de YouTube queda bajo cuestionamiento tras denuncia de joven temuquense: “Se ensañaron conmigo por un show, por una cámara”

446Z2CJO6FFJRDGV2V3MWSYQNUEstudiante de periodismo acusa agresión física, ausencia de auxilio y presión para no denunciar. El caso reabre la discusión sobre la violencia como espectáculo, el impacto del bullying digital y la responsabilidad de quienes producen contenidos masivos.

Una denuncia realizada por Bárbara Rojo, estudiante de Periodismo de la Universidad Autónoma de Temuco, encendió las alarmas sobre los límites éticos de los contenidos que circulan en plataformas digitales. A través de un video publicado este domingo, la joven afirmó haber sido víctima de una brutal agresión durante las grabaciones de un reality de YouTube organizado por la creadora de contenido conocida como Isi Glock, donde —según su testimonio— no recibió asistencia ni protección mínima tras el ataque.

La temuquense relató que fue atacada por otra participante, identificada como Vania, quien la habría golpeado con patadas, combos e incluso un palo. “Me agarran y me arrastran no sé cuántos metros y mientras me pegaban con patadas y hasta con un palo me pegaron en la cabeza”, denunció. Agregó que el hecho ocurrió frente a cámaras, luego de que la producción encendiera los equipos sin que existiera conflicto previo: “Armaron un show que se sacaron de no sé dónde, porque ni siquiera hay argumentos para esa pelea”.image

Violencia como contenido: un retroceso preocupante

La situación reabre un debate mundial: la normalización de la violencia —especialmente contra mujeres— como forma de entretenimiento. Según ONU Mujeres, una de cada tres mujeres en el mundo ha sufrido violencia física o sexual, pero las plataformas digitales han abierto un nuevo territorio donde estas agresiones pueden quedar expuestas, amplificadas o incluso incentivadas por la búsqueda de audiencia.

En la última década, estudios sobre bullying digital y ciberagresiones han advertido que la exposición de actos violentos no solo daña a las víctimas, sino que incrementa la tolerancia social al maltrato, especialmente entre jóvenes. Cuando estos hechos son parte de un contenido producido, grabado y monetizado, el daño es doble: se vulneran derechos básicos y se envía el mensaje de que la violencia es un recurso válido para “generar show”.

En su relato, Bárbara afirma exactamente eso: “Me trajeron engañada a este reality… yo vine a demostrar mi talento”, indicando que jamás se le informó que formaría parte de una dinámica conflictiva. “Se ensañaron conmigo por nada, por show, por fama, por una cámara”, expresó.

Sin asistencia, sin contención y con presiones

La joven asegura que no recibió atención médica, no fue llevada a constatar lesiones ni se activaron protocolos mínimos de resguardo. “No me han prestado ayuda, no me han llevado a un Cesfam, no me han llevado a constatar lesiones, ni siquiera me han sacado de acá”, señaló.

Lo más grave, según su testimonio, es que la producción le habría pedido no llamar a Carabineros para evitar perjudicar la imagen del programa. Se le pidió“que no llamara a los carabineros porque podía quedar mal ella y que si también expongo esto en redes sociales va a quedar mal ella”, afirmó.

También denuncia que, tres horas después de la agresión, la responsable seguía en el mismo espacio: “Estoy en el mismo lugar de la persona que me golpeó y no han hecho nada”.

Este tipo de omisiones es especialmente grave considerando la cantidad de golpes que asegura haber recibido y que se observan en el video que compartió: “Tengo lleno de moretones, lleno de chichones… aquí en la frente se puede ver que me dejaron un chichón gigante”.

Una realidad que no es “entretenimiento”: la violencia es delito

La violencia física es un delito. No depende de si ocurre en un hogar, en la calle o dentro de un set de grabación. Tampoco de si estaba “destinada a generar contenido”. La ley chilena y los estándares internacionales son claros: nadie puede ser agredido y luego presionado para guardar silencio.

Organismos internacionales han advertido que la exposición no consentida a situaciones violentas en formatos de entretenimiento es, en sí misma, una forma de revictimización. Las víctimas no pueden —ni deben— “pagar el costo” para salvar la reputación de un programa. Tal como numerosos estudios señalan, cuando la víctima pasa más miedo, vergüenza o daño que el agresor, la sociedad está fallando.

En palabras de Bárbara: “Yo vine como una oportunidad para mostrarme… y ahora voy a quedar súper mal. Estoy en la universidad, estudio para ser alguien en la vida y ahora me van a dejar mal”.

Una llamada de atención a la industria del contenido

Lo ocurrido abre un cuestionamiento profundo: ¿hasta dónde se está dispuesto a llegar para captar audiencias?, ¿qué límites están cruzando quienes producen contenido bajo la excusa del entretenimiento?

Las prácticas relatadas por Bárbara no solo exponen a participantes vulnerables: también reproducen un modelo donde la violencia se convierte en espectáculo y donde la víctima termina más desprotegida que el agresor.

En tiempos donde el mundo intenta erradicar el bullying, la violencia de género y las dinámicas de humillación pública, normalizar agresiones ante una cámara es un retroceso peligroso y un aviso sobre la urgencia de regulaciones, protocolos y responsabilidad ética en la creación de contenido digital.

Bárbara cerró su testimonio con una frase que resume el temor que ninguna víctima debería experimentar: “Si algo me pasa después de esto, va a ser totalmente culpa de Isi Glock y de Vania”.

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