No es difícil estar de acuerdo con el Ministerio de Obras de Públicas (MOP) y las autoridades comunales en que sí son importantes las obras de conectividad para Temuco, específicamente las referidas a la construcción de la doble vía en la avenida Recabarren que conformarán el acceso poniente a la ciudad desde Labranza. Pese a que ya, lamentablemente, en el sector han muerto dos personas atropelladas. Sin embargo, por estos días, al ver que se ha tumbado la añosa arboleda que caracterizaba a ese sector (frente a Coca-cola), implicando la construcción de estas obras una deforestación urbana, uno se pregunta: ¿acaso no es de sentido común proyectar la doble vía esquivando la arboleda, que iba en línea recta, paralela a la carretera, y dejarla tal cual, para que embellezca el futuro bandejón y siga proveyendo de servicios medioambientales y buena salud a la ciudad y sus ciudadanos? ¿Es esto algo tan descabellado?
Es una incoherencia y una descoordinación que, por un lado, el Gobierno de Chile –de lo poco que nos va quedando a la venta de este país– invierta sus esfuerzos en impulsar planes de descontaminación del aire, mejorar la infraestructura hospitalaria y la dotación médica para controlar las enfermedades respiratorias, proponer medidas para reducir la congestión vehicular, aplicando incluso restricción al transporte público, y, que por otro lado, se corten los escasos arboles existentes que conforman la principal fuente de buena salud urbana y además gratuita.
A diario vemos en los noticiarios santiaguinos el caos vehicular al que ha contribuido la construcción del edifico Costanera Center, y pensamos: ¡No saben qué hacer con tantos autos; vaya monstruo han creado! Lamentablemente, en Temuco, nosotros vamos en esa misma dirección. Esas experiencias negativas nos dejan ver dos cosas: uno, la importancia de pensar el crecimiento de la ciudad (planificación urbana) y dos, que el uso del automóvil particular genera graves problemas o enfermedades urbanas, lo que Jaime Lerner, urbanista y ex alcalde de Curitiba en Brasil, llama “colesterol urbano”. Haciendo una revolución positiva en materia de ordenamiento del transporte público, mejora de la calidad de los espacios públicos y logrando que la gestión pública sea más eficiente e innovadora, este ex alcalde logró que Curitiba en 15 años se transformara en una de las ciudades con mejor calidad de vida del mundo, es decir, un lugar donde la gente es más feliz.
¿Es tan difícil para los ingenieros y autoridades viales del MOP y del municipio darse cuenta que era mucho más beneficioso para la ciudad, en vez de trazar la nueva carretera con una línea recta –que lo puede hacer cualquiera–, haber trazado un línea que se quebrara un poco, casi nada, en un tramo de aproximadamente 200 metros, para dejar en pie la añosa arboleda de la avenida Recabarren y así aportar a la buena salud, belleza y felicidad de la ciudad y sus ciudadanos? ¿Podrán los expertos decir que: ¡no había factibilidad técnica para eso!? Mentira, pues se trata de una explanada con un perfil más que amplio o, quizás, dirán que: ¡implicaría gastar más dinero en expropiaciones! Puede que sí, un poco más, pero ¿quién dijo que en obras que trascenderán 100 años lo importante es hacer lo más barato? ¿Cuánto vale una arboleda con decenas o cientos de años? ¿Cuánto cuesta recuperar nuestro patrimonio medioambiental? ¿Qué es más costoso?
En algunas de las ciudades con mejor calidad de vida de América Latina (Curitiba, Rosario, Medellín), con gran éxito y reconocimiento por parte de los ciudadanos, la instituciones a cargo del desarrollo urbano han optado por reducir las calzadas vehiculares para desincentivar el uso del automóvil particular y generar mayor y mejor espacio público, porque es allí (calles, plazas, parques, esquinas, veredas, canchas de futbol), caminado o pedaleando, donde la gente se encuentra, se conoce, comparte, se transmite información y es más feliz.
Por otro lado, ni hablar de la identidad urbana que se pierde con la destrucción de su imagen positiva y tradicional como está siendo la deforestación de la arboleda de avenida Recabarren. ¿Usted pasó alguna vez por ese pedazo de ciudad y sintió que era agradable pasar por ahí aunque sea durante treinta segundos? ¡Eso se llama felicidad y provoca amor por la ciudad y una memoria e identidad urbana positiva! En ciudades con identidad frágil, reducida o nula como Temuco, dice Lerner, que la continuidad de la vegetación puede reflotarla o generarla. Aquí recuerdo con tristeza, también, la destrucción del mejor y más bello parque urbano abierto de la ciudad como lo fue la avenida Javiera Carrera ¡Que hermoso era transitar por ahí pese a su “mala conectividad”! ¿Ha visto usted al alguien sonriendo mientras conduce su vehículo?
Quizá esta carta –a deshora- no aporte y sólo sea el llanto de un ciudadano que no hizo nada por seguir siendo feliz en el lugar donde nació y espera morir, pero ¿qué opciones tenemos las personas comunes de dar nuestra opinión a tiempo sobre los temas que afectan a nuestra ciudad si no hay una participación efectiva, con buena difusión, explicada con peras y manzanas y realizada por profesionales competentes, comprometidos y convencidos de que la opinión de los ciudadanos sobre su ciudad es importante? (Hacer una reunión para mostrar un proyecto técnico ya hecho, un día de semana, en horario laboral, no es participación ciudadana).
Sería un sueño y motivo de gran felicidad que los funcionarios y autoridades públicas encargadas de tomar este tipo decisiones puedan darse cuenta, entender y asimilar lo que piensan los ciudadanos. Ojalá se hablara más de plebiscitos ciudadanos y menos de resoluciones o decretos, se considerara más a la felicidad (como lo está haciendo la ONU en sus nuevos indicadores de calidad de vida) que a los millones de pesos o la necesidad urgente de “mejorar la conectividad”. Ojalá en Temuco se mejorase el transporte público, se construyan ciclovías en los lugares donde la gente realmente trabaja, se controle el uso del automóvil particular y no el público (pero sin quitar libertad a las personas o pymes que trabajan con él). Ojalá se construyan más parques y menos aparcamientos y, sobre todo, lo más importante, se planten más arboles y se corten menos.
Patricio Jara Tomckowiack
Arquitecto / Magister en Hábitat Residencial
Académico Escuela de Arquitectura U. Autónoma de Chile
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