Por: Fernando A. Martínez
Rector de AIEP
La educación técnico profesional cumplió la semana pasada 77 años en Chile, encontrando sus primeros registros con anterioridad a la época de independencia, específicamente en 1798, con la creación de la Academia San Luis por parte de Manuel de Salas, que estructuró un enfoque académico en las áreas de la aritmética, dibujo y geometría.
Desde esa fecha diversos hitos marcaron el fortalecimiento de la educación técnico profesional, como la creación de la Escuela de Artes y Oficio en 1842, para consolidarse finalmente un siglo después, cuando en el gobierno de José Antonio Ríos, el 26 de agosto de 1942, se crea la Dirección General de Enseñanza Profesional, reconociendo la importancia de la educación técnica para el desarrollo productivo del país, manteniéndose hasta hoy esa impronta.
El desarrollo de las nuevas tecnologías, la transformación digital y la revolución industrial 4.0 modificó la forma en que se está desarrollando la sociedad y las necesidades de las personas, que desempeñarán menores labores rutinarias, siendo llevadas a cabo más del 50% de ellas por robots y máquinas, según señala el Foro Económico Mundial en sus proyecciones al 2025, generando 133 millones de nuevos puestos de trabajo que no existían.
La consecución de ello se logrará mediante la educación, que es el puente de conexión entre la academia, la sociedad y las empresas, preparando a jóvenes y adultos en áreas como mantenimiento y programación de maquinarias, software, ciberseguridad, automatización. A lo que se añade la relevancia de los modelos online de enseñanza.
Esto último ha tomado gran relevancia en los últimos cinco años. La matrícula de estudiantes en programas a distancias en Chile se ha duplicado, pasando de 21 mil personas en 2013 a 45 mil en 2018, según datos del Servicio de Información de Educación Superior (SIES) del Mineduc, abriendo nuevas perspectivas y desafíos a las instituciones educacionales, gracias a la transferencia del conocimiento, creando procesos de aprendizajes que rompen los paradigmas tradicionales.
La educación superior técnico profesional ha avanzado en la mejora continua de sus procesos mediante las tecnologías, no solo como una herramienta de trabajo, sino como mediadora y dinamizadora de la educación, facilitando la construcción de procesos de interacción y de evaluación.
Debemos internalizar este nuevo mundo, entregando a las personas las cualificaciones para emplearse en la economía y sociedad del futuro, sustentando un pilar fundamental para el crecimiento del país, lo que, sin duda, significará más oportunidades y una mejor calidad de vida para todos, pues no solo debemos considerar este nuevo paradigma como una transformación digital, sino que también como una transformación cultural.
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