¿Qué tipo de carne bovina preferiríamos? ¿Aquélla que está modificada genéticamente o la que es cien por ciento natural? ¿Qué importancia le daríamos como consumidores? ¿Qué entendemos por modificación genética? Para responder a estas preguntas, un estudio de la Universidad de La Frontera, a cargo de la Dra. Berta Schnettler, buscó determinar la importancia de una potencial modificación genética (MG) en la carne bovina que habitualmente consumimos.
“Hicimos una encuesta a cuatrocientas personas en Temuco que incluía preguntas para verificar si sabían o no qué es un alimento transgénico (AT), si leían habitualmente las etiquetas de lo que consumen y la frecuencia de consumo de carne bovina. Consideramos también la condición socioeconómica, género, educación, edad, estilo de vida, tamaño de la familia y a quienes son los encargados de comprar carne para el hogar”, dice la investigadora.
Agregó que “posteriormente, los instruimos con la siguiente definición: los alimentos transgénicos son aquéllos a los cuales se les ha introducido en forma artificial un gen de otro organismo, de modo que al reproducirse mantengan esta nueva característica, por ejemplo, para eliminar el uso de pesticidas, fungicidas y herbicidas durante su cultivo”.
Precio y salud
Ejecutada esta parte del estudio, los primeros resultados arrojaron que la condición de “modificación genética” -63,8% de los encuestados respondió afirmativamente- era más importante que el precio del producto, mientras que un 28,2% consideró que era más importante el valor.
Sin embargo, todos los consumidores manifestaron preferencias por carne sin alteración genética; “algunas personas aceptarían consumir carne MG pero debería estar probado que esa condición tiene efectos beneficiosos para la salud. No obstante, de manera simultánea, estos mismos consumidores rechazarían comer carne proveniente de un animal que ha sido alimentado con granos modificados genéticamente, especialmente cuando la explicación es que esos granos se utilizan para disminuir los costos de la alimentación”, explica.
Es una serie de factores que revela que el temuquense apuesta por alimentarse de manera “sana”, y es posible concluir que la ausencia de modificaciones genéticas en carne bovina es una condición deseable para los consumidores de Temuco. Sin embargo, la totalidad de la muestra encuestada se mostró proclive a consumir la carne de un animal MG que presente beneficios para la salud y el 8% acepta carne de un animal alimentado con granos MG.
Modificación genética y comportamiento
Según la definición tradicional, la modificación genética o biotecnología es cualquier técnica que utiliza organismos vivos para crear nuevos productos con el objetivo de mejorar los rendimientos de plantas o animales o para desarrollar microbios con fines específicos.
La primera generación de alimentos genéticamente modificados o alimentos transgénicos (AT) comprende los productos derivados de plantas que han sido alteradas genéticamente para incorporar rasgos agronómicos, como resistencia a insectos o pesticidas. Como resultado, esta primera generación de AT ha sido percibida por los consumidores como “más beneficiosa” para los productores que para ellos, debido a que la asocian con una reducción en los costos de producción. La segunda generación incorpora beneficios para el consumidor, como alimentos con diferente composición nutricional y que se reflejan en un mayor aporte de vitaminas, antioxidantes, etc.
“En ese sentido, la actitud del consumidor hacia los transgénicos está determinada en base a los riesgos y beneficios que perciben. Generalmente un alimento modificado genéticamente es catalogado de ‘riesgoso’, pero cuando entienden que puede ser fuente de beneficios y que efectivamente sirven para el cuidado de la salud, las personas están más dispuestas a tolerar los riesgos”, dice la investigadora.
Es así como numerosos estudios dan cuenta de una actitud positiva hacia los AT que presentan un mejor contenido nutricional u ofrecen beneficios relacionados con la salud. Asimismo, hay investigaciones que detectaron una actitud más positiva hacia los transgénicos con un menor precio o que presentan beneficios para el medio ambiente, pero también existe un porcentaje que da cuenta de una actitud negativa hacia los AT que no se compensa con beneficios para la salud. De allí que las modificaciones genéticas en plantas o microorganismos son más aceptadas que las modificaciones en animales.
¿Con o sin manipulación genética?
Sensibilidad al precio y beneficios para la salud son las variables que primarían a la hora de consumir y comprar carne con MG. Según el estudio llevado a cabo, el 28,3% de los encuestados que toman en cuenta el valor del producto, preferirían carne de un animal libre de manipulación genética o con una alteración que sea beneficiosa para la salud. El 63,8 % de la población consultada y que se muestra más impactada respecto del tipo de MG, escogería también carne sin alteración, pero si la tiene debería estar comprobado que es saludable. Finalmente, un 8% de la población encuestada declaró estar dispuesta a pagar un mayor precio con tal de acceder a un producto libre de manipulación.
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