Profesor, Doctor en Educación
Escuela de Pedagogía
Universidad de La Frontera
La posibilidad actual de apoyarnos en las nuevas tecnologías digitales para gestionar nuestras acciones o comunicarnos con otros está generando un cambio en la manera en que aprendemos, pensamos e interactuamos. Ante la avalancha de recursos disponibles en celulares, tablets, computadores y televisores inteligentes ¿Tendremos la capacidad de discriminar cuáles sirven y cuáles no? ¿Qué podemos hacer los profesores para orientar usos adecuados?
Cuando a mediados de los años 80’ los primeros computadores Atari aparecieron en las escuelas chilenas, muchos educadores visualizaron un gran futuro para el uso de estas tecnologías. La posibilidad de contar con un tutor computacional que apoyara aprendizajes personalizados, se complementaba con las nuevas potencialidades de usar la tecnología como medio de entretención, comunicación e información. Basta recordar los primeros juegos como el PAC Man, pero también aquellas interfaces físicas que nos permitía desafiar a un computador con forma de juguete en un juego de ajedrez.
Pero los 80’ pasaron y llegaron los 90’ en donde las tecnologías digitales ingresaron a las aulas a través del proyecto Enlaces. Los especialistas decidieron no orientar sus usos a la programación, ni a la computación como disciplina específica, sino más bien a la integración transversal de recursos digitales como medio de apoyo al aprendizaje. Internet nos ayudó a desarrollar proyectos colaborativos a distancia, y a conectarnos a la biblioteca mundial de datos, los programas específicos apoyaban el aprendizaje de ciertas habilidades. Todo parecía apoyar el aprendizaje, transformado las TIC en una poderosa herramienta aceptada por profesores, padres y alumnos, pero el rápido giro en los últimos años ha reconfigurado el escenario y no tenemos certeza de que las personas, y especialmente los profesores, estén preparados para filtrar y seleccionar entre todo los disponible, lo que más les pueda servir. Veamos dos ejemplos de tecnologías útiles, pero a la vez preocupantes que llegan de la mano de los Smartphones.
Ejemplo uno: la agenda telefónica de nuestro celular, la cual hoy en día se amplía más allá del círculo familiar. ¿Somos capaces de memorizar los números telefónicos de nuestros parientes más cercanos? Probablemente no. Quizás sólo conocemos nuestro número que al ser discado por el otro teléfono nos permite ingresarlo a la agenda electrónica. Si quiero reestablecer contactos, sólo basta llamar de vuelta buscado no el número telefónico, sino el nombre del sujeto en cuestión. ¿Qué podremos hacer cuando no contemos con el celular?
Ejemplo 2: El GPS incorporado del teléfono. Hoy en día no es necesario saber cómo llegar a un lugar, basta que el GPS indique cual es la mejor ruta, ya sea por auto, transporte público o caminando. Usted podrá pensar que esto es muy útil si viaja a una ciudad grande que desconoce tanto en Chile como en el extranjero -lo cual comparto- pero ¿Qué pasa cuando la búsqueda de direcciones la hace en su ciudad, en el barrio donde usted se crió? O ¿Cuándo no tenemos el GPS y no sabemos cómo volver? Es ahí cuando empezamos a vivir el llamado Síndrome de Hansel y Gretel, quien al perder las migas que dejaron en el bosque no pudieron regresar a casa.
¿Qué está pasando? En mí mirada la respuesta es simple: obnubilados por el canto de sirenas que provocan las nuevas tecnologías comerciales y la presión de pares por usarlas, no estamos filtrando las aplicaciones digitales con las que interactuamos. Debido a la disponibilidad de ellas en tiendas virtuales como Google Play o Apple Store las bajamos, sin mediar la relación ayuda/dependencia que nos pueda genera.
¿Qué sugiero que hagamos? Pensar antes de actuar.
En el caso de los profesores, el análisis debe ser mayor. Si las tecnologías aportan valor agregado, por favor, aprovechemos su potencialidades, pero si en cambio dichas tecnologías operan “pensando o tomando decisiones por mi” dejemos de usarlas. Nadie de forma explícita en los colegios o en los hogares está conversando estos temas con los niños y niñas. No olvidemos que ellos y ellas son nuestra responsabilidad, y para eso en las Escuela de Pedagogía de la UFRO los estamos preparando de manera adecuada en esta y otras líneas.
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