El 4 de mayo se estrena en el auditorio de Santo Tomás. Distribuye Miradoc.
La película dirigida por Juan Elgueta Ortiz invita a reflexionar sobre la vida y el dolor a través del lamentable hecho ocurrido en 2005 que terminó con la muerte de 45 jóvenes conscriptos.
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Han pasado casi 12 años de la tragedia de Antuco –donde 45 soldados murieron de hipotermia- en la que es considerada la peor catástrofe vivida por militares chilenos en tiempos de paz.
El cineasta Juan Elgueta Ortiz reconstruye ahora las circunstancias del lamentable episodio a través de inéditas imágenes de archivo de los jóvenes dos meses antes de su muerte y de testimonios de sobrevivientes y familiares. Así, compone un infierno blanco en el que, entre reflexiones y nuevas luces, también detalla cómo funciona el proceso de la hipotermia a través de un didáctico cortometraje.
Blanca Oscuridad forma parte de los estrenos del programa Miradoc. Llegará a Temuco el jueves 4 de mayo, para repetir una función el 18 del mismo mes. Las exhibiciones serán a las 19:00 horas en el auditorio de Santo Tomás Temuco. La entrada tiene un valor general de $1.000 y para estudiantes $500 (de cualquier universidad).
Miradoc es financiado por el Programa de Intermediación Cultural, Convocatoria 2016; y el Fondo de Fomento Audiovisual, Convocatoria 2016; del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes.
Una tragedia que se no debe olvidar
La tragedia de Antuco es uno de los episodios más recordados por la memoria colectiva chilena reciente. Ocurrida el 18 de mayo de 2005, difícilmente se borrará de la memoria de un país que durante ese fin de semana largo, siguió a través de los medios lo que parecía la crónica una muerte anunciada. Confirmada la muerte de los 44 jóvenes conscriptos y un sargento se decretaron tres días duelo nacional, que conmovieron al país entero.
El proceso de investigación se realizó en Los Ángeles con el contacto de las familias de reclutas fallecidos y sobrevivientes. “Íbamos a marchas, conmemoraciones y velatones, en las cuales tanto las familias de fallecidos como sobrevivientes buscaban tener respuestas de lo sucedido, agruparse, como también buscar indemnización, tratamientos sicológicos o simplemente una empatía por parte del estado de Chile”, indica el realizador. “Y en estos eventos era donde conocimos a nuestros personajes y a quienes nos ayudaron en la investigación”. Menciona Elgueta.
Para el director era importante hacer un documental que no tuviera como misión buscar culpables, dar datos judiciales y enfocarse en el melodrama, sino que desarrollar una perspectiva más filosófica de la condición humana. «Buscábamos una reflexión en nuestra sociedad sobre la manera en que hoy en día lidiamos con este tipo de eventos y que, en mi opinión, debido al mundo en el que vivimos, siempre impera el ‘tenemos que seguir adelante’, ‘sin detenerse’, ‘no parar’. Lo que no nos da cabida a tener, aunque sea por un momento, la posibilidad de vivir el dolor sin presiones y sin culpas», concluye el cineasta.
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