Apoyada por la Fundación para la Innovación Agraria (FIA), la agrupación Lof Kumikir busca generar un encadenamiento productivo sustentable para la elaboración de alimentos saludables en base a frutos provenientes del bosque nativo de la Araucanía.
Desarrollar un modelo de negocio para la producción de alimentos saludables en base a la asociatividad y a un encadenamiento productivo, es el principal objetivo del proyecto que se encuentra ejecutando la agrupación mapuche Lof Kumikir en la comuna de Curarrehue, región de La Araucanía.
La iniciativa –bautizada “Mawiza Newen”– fue adjudicada en el marco de la convocatoria temática de la Fundación para la Innovación Agraria (FIA) 2016 orientada a impulsar iniciativas de innovación que promuevan la agregación de valor de la materia prima proveniente del sector agrario y forestal nacional, para fortalecer la industria chilena de alimentos saludables.
“Con Mawiza Newen proponemos un modelo de agronegocio asociativo y sustentable, por medio de la organización de un grupo de hombres y mujeres recolectores de frutos silvestres, descendientes de una familia mapuche que durante generaciones ha construido su devenir histórico a través de la vinculación armónica y respetuosa con la naturaleza y el bosque nativo”, explica Ulises Caamaño Kumikir, el joven presidente de Lof Kumikir.
La matriarca del clan, Edith Kumikir, cuenta que el germen de este proyecto se remonta a 2009, cuando miembros de la agrupación viajaron a Guatemala en el marco de una gira técnica apoyada por FIA, donde conocieron la experiencia de la cultura indígena Nahuas en agricultura orgánica, gastronomía tradicional y ecoturismo. “Ahí nos dimos cuenta de la extraordinaria riqueza que teníamos nosotros, y de qué manera podíamos valorizarla y sacarla a la luz”.
Ulises Caamaño agrega que el primer paso será lograr elaborar un producto energético o proteico, en base a frutos secos nativos –piñones, castañas y avellanas– relleno con una sustancia agridulce de arrayán, rosa mosqueta, murta, mora, maqui y lleuque, además de otras frutas introducidas, como frambuesa, manzanas o ciruelas, según disponibilidad de temporada.
Posteriormente se buscará su inserción y posicionamiento en el mercado de alimentos saludables, siendo estudiantes y turistas los segmentos objetivos, cumpliendo además con la nueva normativa alimentaria, que exige ofrecer al consumidor alimentos con bajo índice en grasas, azúcares, sodio y calorías.
Para la bioingeniera a cargo del diseño y formulación del producto, Gabriela Aravena, el potencial de este proyecto es enorme, con grandes posibilidades de insertarse en el mercado de alimentos funcionales. “Lo interesante es que el modelo de agronegocios que se está generando es aplicable a cualquier producto. Hoy se está pensando en una barra proteica, pero mañana se podrían desarrollar bebidas energéticas y snacks, entre otros”.
Oportunidad y estrategia
Con un territorio rico en materias primas alimentarias de alta calidad, Chile hoy está considerado como uno de los países con mayor potencial para desarrollar una industria productora de alimentos saludables, segmento que ha experimentado un crecimiento explosivo en prácticamente todos los países del mundo.
“El aumento de la demanda por este tipo de productos ha abierto un nuevo nicho de innovación, que se proyecta como una gran oportunidad de desarrollo para productores y productoras, recolectores y recolectoras, razón suficiente para que en FIA la hayamos definido como una de nuestras principales líneas de fomento, impulsando la agregación de valor a la materia prima agroalimentaria que posee el país”, comenta el encargado regional de FIA, Claudio Soler.
De acuerdo al profesional, la variada carta de frutas, berries, cereales, semillas, hortalizas, leguminosas y algas que provienen de nuestros suelos, bosques y mar, constituyen una gran ventaja para el desarrollo de este tipo de productos, ya que de ellos se pueden extraer fibras, antioxidantes, endulzantes naturales, proteínas vegetales y diferentes aceites.
Un desafío donde la cooperación, el encadenamiento productivo y la generación de asociatividad son requisitos fundamentales, sostiene. “Es la fórmula que les permite a las comunidades campesinas trabajar en red, generar sinergias y fortalecerse con miras a su inserción en las cadenas de valor. Todo lo cual redunda en desarrollo territorial y en una mejor calidad de vida para las propias comunidades”.
Un camino que ahora comienza a transitar la agrupación Lof Kumikir, un ejemplo de trabajo encadenado y sustentabilidad social, ambiental y económica, “que consolida la idea de que la innovación y la asociatividad deben ser los pilares de nuestra nueva industria agroalimentaria, poniendo en valor las inigualables materias primas que brotan de nuestra tierra”, subraya Soler.
Según comenta Ulises Caamaño, en el marco del proyecto se ha procurado generar un modelo de negocio validado por todos los actores involucrados, estableciendo los requerimientos necesarios para diseñar y desarrollar el producto a elaborar, además de consensuar una estrategia de comercialización con miras a introducir el producto en el mercado.
“El modelo de negocio estará determinado por la asociatividad y la vinculación entre los integrantes de la agrupación Lof Kumikir, la protección y el respeto por nuestra cultura y el encadenamiento productivo de todos los actores relevantes, tales como recolectores, productores, procesadores y comercializadores”, explica.
“Queremos aprovechar al máximo los recursos potenciales de cada recolector para aportar con materias primas, haciéndolos partícipes del proceso productivo, todo bajo la premisa de agregar valor al producto final”.
Por último, se espera etiquetar el producto con un sello que destaque características y atributos diferenciadores, como lugar de origen, sustentabilidad, ausencia de contaminantes y pertinencia cultural. Todo lo cual será relevado a través de la estrategia de comercialización y las respectivas campañas de marketing.
Dejar una contestacion