Por: Barbod Moezzi
En las últimas décadas, se han producido avances muy importantes en la incorporación de las mujeres al mercado laboral. Muchos países ya reconocen la igualdad de los derechos de la mujer y el hombre. Sin embargo, la brecha entre el empleo femenino y masculino en todo el mundo sigue siendo significativa.
Según las estimaciones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la proporción de personas empleadas en la población mundial en edad de trabajo es el 46,3% para las mujeres, y el 71,9% para los hombres. La diferencia es aún más amplia, tratándose de regiones como el Oriente Medio y el norte de África, donde esta distancia supera los 40 puntos.
En Chile, las estimaciones no tienen mucha diferencia con la tasa mundial. Es decir, de cada 10 hombres chilenos siete tienen empleos, y de cada 10 mujeres solo cuatro. Los datos de la Asociación Chilena de Seguridad (ACHS) también indican que, de las 7.230.560 mujeres, en edad de trabajo, solo 3.250.536 tienen empleos.
El empleo a menudo se describe como el vínculo más importante entre el crecimiento económico y la reducción de la pobreza. Por lo tanto, no sería nada sorprendente que las mujeres conforman casi el 70 por ciento de los pobres en el mundo, según cifras de la ONU.
Empleo digno y sin discriminación
Las mujeres no solo enfrentan la falta de acceso al trabajo, sino también sufren discriminaciones laborales; son peor pagadas y tienen más trabas para ascender.
A pesar de los avances que hemos presenciado en las últimas dos décadas y la llegada de mujeres a puestos importantes, el techo de cristal existe en casi todo el mundo. La participación femenina en los trabajos remunerados no agrícolas crece lento, y la gran parte de los trabajos a los que las mujeres tienen acceso son empleos mal remunerados y de baja productividad.
Conforme a los datos del Gobierno chileno, las mujeres ganan un promedio del 30% menos que los hombres con el mismo trabajo, y tienen menores probabilidades de montar un negocio y emplear a otros trabajadores.
Mujeres, trabajadoras, madres, y amas de casa
No hay que olvidar el papel que desempeñan las mujeres en casa. Las chilenas se ocupan, sin remuneración, de más de tres cuartas partes de los quehaceres domésticos y del cuidado de los niños.
En muchos casos, los empleadores no consideran los aspectos de género en las condiciones y en el ámbito de trabajo. Muchas empresas, especialmente, las pequeñas y medianas, carecen del conocimiento, las habilidades y la motivación para establecer condiciones de trabajo que sean atractivas para las mujeres. Esto incluye medidas como la flexibilidad en el horario laboral y el lugar de trabajo, medios de transporte accesibles e instalaciones asequibles de cuidado infantil de calidad.
Un modelo a seguir, puede ser Malasia, que ha nombrado al 2018, como “Año de empoderamiento de la mujer”. A partir de enero en curso, en el país asiático, todas las empresas se han visto obligadas a establecer centros de cuidado de niños para sus empleadas, lo que constituye un interesante aporte en este sentido.
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