Por José Albuccó, académico de la Universidad Católica Silva Henríquez y creador del blog Patrimonio y Arte
Mientras el Ministerio de Educación ha seguido discutiendo sobre una potencial vuelta a clases, los procesos educativos han seguido avanzando y abriendo nuevas posibilidades para un futuro más que cercano.
La educación a distancia, gatillada a la fuerza producto de la pandemia, ha generado una serie de oportunidades. La primera es que visibilizó la enorme brecha de inequidad digital en Chile, tanto en términos de acceso a conectividad y a espacios de estudio, como de las capacidades de los propios establecimientos en cuanto a plataformas y profesores debidamente capacitados en competencias digitales.
¿Qué es lo positivo de esto? Es que la cartera de educación cuenta, como nunca antes, con información prácticamente trazada de dónde se encuentran ubicadas estas brechas digitales, dando la oportunidad de generar una política de mediano-largo plazo para acortarlas. Todo ello entendiendo que las metodologías de trabajo y evaluación online llegaron para quedarse, especialmente en el mundo universitario.
En segundo término, también a nivel universitario, la educación online evidenció que no es necesario que las clases presenciales tengan tantos módulos. Así la clase presencial debe centrarse en la relación del estudiante con el profesor, retroalimentando los aprendizajes propios de la modalidad presencial, potenciando que el estudiante desarrolle otras áreas de forma autónoma.
La tercera oportunidad es que, curiosamente, la no presencialidad permitió retomar la relación directa entre el profesor y el estudiante, especialmente con alumnos de enseñanza media y superior. Los profesores han demostrado un enorme compromiso, ajustándose a la modalidad online, y reconociendo las necesidades de sus estudiantes.
Por otro lado, en la educación básica, donde la relación con el otro y el espacio lúdico es importante en la formación de los niños y niñas, y de lo cual la modalidad online no puede hacerse cargo, la familia o adultos significativos han adquirido un rol fundamental.
Con las obligadas clases online, el adulto a cargo se transformó en un socio estratégico, en un colaborador y facilitador muy importante para el profesor. Paso de ser un actor pasivo en el proceso educativo a uno activo, resignificando su rol.
Hoy, pese a todas las dificultades de esta experiencia, es necesario que la autoridad tenga una visión de largo plazo respecto de la educación a distancia, especialmente cuando la vuelta a las clases presenciales no se ve cercana.
Esta crisis nos ha demostrado que a nivel educativo existen nuevas formas de hacer las cosas. Por ello, en medio aún de la pandemia, la invitación es a mirar el vaso medio lleno, en vez de medio vacío, y a que la autoridad lidere este proceso en beneficio de toda la comunidad educativa.
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