La última encuesta de empleo correspondiente al trimestre abril-junio de 2020 volvió a mostrar el complejo escenario que atraviesa La Araucanía en materia laboral por los efectos de la pandemia, con una tasa de desempleo de 11,4% la mayor en la última década. La destrucción de empleo anota un nuevo récord superando las 118 mil plazas laborales perdidas en 12 meses. El deterioro del mercado del trabajo regional sigue profundizándose.
Los niveles de participación laboral están en mínimos históricos. Hoy apenas el 44% de las personas en edad de trabajar se encuentra en el mercado laboral, la tasa de participación laboral ha caído más de 14 puntos porcentuales (pp.) en relación al año anterior, ubicándose en los menores niveles de los registros de la nueva encuesta de empleo. Esto muestra que el problema no solo está en el aumento de los desocupados, sino que hay una bomba de tiempo con la gran cantidad de personas que se han retirado de la fuerza de trabajo, los inactivos, que hoy superan los 454 mil personas en la región, registrando un alza de 34,7% anual (117 mil personas). En la medida que las condiciones sanitarias van mejorando, los inactivos tendrán que salir a buscar empleo, y ahí vendrá el alza abrupta de la tasa de desocupación, ya que el mercado laboral no será capaz de responder a tanta oferta de empleo. La generación de empleo está golpeada como nunca y su recuperación no será tan rápida, especialmente el empleo privado, que se ha visto muy afectado y que necesitará de varios trimestres para recuperar las ventas, la normalidad, pero también la confianza para invertir y contratar, y generar confianzas a nivel económico nunca ha sido tarea fácil, menos ahora con una economía en el suelo y con un escenario político-social incierto. Aquí serán claves los planes de reactivación regional para mitigar impactos, para empujar y acelerar la normalización del ciclo productivo. En ese plano, se requerirá de apoyos especialmente dirigidos a las micro y pequeñas empresas, las más expuestas y con menor capacidad de respuesta y acceso al mercado financiero tradicional. Pero también será clave el nivel de confianza y certidumbre que consumidores y empresas perciban en el corto y mediano plazo, de eso dependerá en gran medida las decisiones de consumo e inversión que adopten y que sirvan de insumo para la esperada reactivación y generación de puestos de trabajo. En cuanto a confianza y expectativas económicas, no ayudan lamentablemente los hechos de violencia que hemos visto en las últimas semanas, que, aunque puedan ser focalizados, generan una percepción negativa para un adecuado clima de negocios e inversión regional, condiciones necesarias para iniciar el lento camino a la reactivación.
PATRICIO RAMIREZ R.
Coordinador
Observatorio Económico y Social
Universidad de La Frontera
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