Ante los preocupantes resultados de la prueba PISA, con la que la OCDE evalúa a estudiantes en 81 países y frente al anuncio de un proyecto de ley que busca prohibir el uso de celulares al interior de los colegios y escuelas, es relevante reflexionar sobre cuál es el impacto que queremos que la tecnología tenga en las futuras generaciones.
El primer factor a considerar es que los niños y niñas reciben su primer celular antes de los 9 años (UNICEF, 2022) al interior de los hogares y para fines recreativos. Lo segundo, es que la escuela es un espacio donde se debe enseñar sobre su uso responsable y eficiente, sus riesgos y potencialidades. Si los estudiantes no reciben una educación adecuada y pertinente sobre cómo utilizarla en un contexto de aprendizaje, es altamente probable que ocurran problemas relacionados con la convivencia digital o la falta de atención.
Lo tercero es que la discusión hoy se está centrando en el dispositivo, cuando lo clave es analizar qué estamos enseñando para hacer un uso productivo y seguro de él. Para lograr una implementación exitosa de la tecnología en el aula y mejorar el rendimiento escolar, es fundamental el rol del docente como mediador y guía, además de una cuidadosa planificación sobre cómo, cuándo y para qué se utiliza, manteniendo un equilibrio entre prácticas pedagógicas offline y online.
En definitiva, lo que deberíamos promover es el uso de dispositivos mediado por un docente en un contexto de aprendizaje y no el uso de celulares o dispositivos fuera del aula sin objetivos. Según se plantea en los resultados PISA 2022, el tiempo de exposición a dispositivos de no más de dos horas diarias puede tener un impacto positivo en los aprendizajes. Esto demuestra que si se planifica y utiliza la tecnología con fines pedagógicos puede tener mejoras en el desempeño.
Respecto a los bajos resultados de Chile en la prueba PISA, surge un cuarto elemento. Es innegable que la velocidad con la que avanza el mundo digital imprime un sentido de urgencia en revitalizar y adaptar el currículum escolar. El uso de la tecnología en ambientes de innovación, exploración y creatividad o en prácticas pedagógicas integradas, desarrolla en los estudiantes habilidades propias del pensamiento computacional, además del interés por resolver problemas, la colaboración, la resiliencia, la adaptabilidad y el pensamiento crítico. Este es el impacto que deberíamos lograr en todas las escuelas de Chile.
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