Pocas veces un mismo personaje logra con su trabajo desarrollar diferentes expresiones artísticas en un territorio que con el tiempo va dando un carácter performativo a la comunidad que lo alberga y acoge. El trabajo plástico, de composición musical y literario de Gerardo Ernesto Pincheira Brunaud, ha logrado penetrar la difusión de un paisaje entrópico en el invisible mar de La Araucanía y modelar desde su pluma, musicalidad y acuarelas la arquitectura de una identidad generosa y humilde, siempre puesta al servicio de una comunidad tierna y gentil, el afán de la riqueza humana desprovista de la codicia a veces exagerada sobre la que cabalgan muchos.
La particularidad performativa de la obra de Gerardo Ernesto y su impacto en la construcción de una narrativa identitaria más allá del carácter estructural y sociológico de su efecto, ha tenido un profundo arraigo en la materialidad de las formas sutiles y reposadas con las que su hablar pausado y tránsito cansino han cultivado el barrio que habita junto a una comunidad que le pertenece y que lo reclama.
Hace pocos meses fue reconocido como uno de los tesoros vivos del Ñielol en la capital de La Araucanía, producto de la profundidad e insospechado alcance de su prolífica obra. Así transita el saber fecundo del maestro, sin pretensión y con disciplina de oficio, con el amor subterráneo a su Loncoche de periferias y personajes de Sucupira. La comunidad como sentido firme de un timón que enseña coherencia y humildad en la tarea cotidiana de entender que somos y sabemos siempre al servicio de los y las otros.
Hace dos meses y a los ochenta de su existir, movilizado siempre por el compromiso de la tarea colectiva del vivir, converge en un espacio donde las diputadas Gael Yeomans y Erika Ñanco (F.A.) generan una invitación que nos alegra y reconoce como comunidad del sur de la frontera de la Araucanía.
Nos llena de orgullo «tenaz e incansable» que la obra del maestro sea presentada en la sala de exposiciones del Congreso de la República en Valparaíso. Una presentación/exposición que no solo reconoce al maestro, sino que en él nos vemos reflejados todos y todas quienes también somos parte de la experiencia de cohabitar en este espacio performateado en sus hebras más profundas por el maestro, sin duda un justo homenaje para un hombre que huele a Pepe Mujica y su perfume sereno con algo de Da Vinci en la polisemia de su desarrollo artístico y que sin duda es trinchera ética en materia de vida y coherencia política.
Solo agradecer al traslapo del tiempo la cobertura con calor de leña que alimentó el taller y la producción del maestro, teniendo claro que todos y todas los que convergemos en la performática de su arte y su legado activo sostenemos la comunidad como sentido y verbo en la construcción de nuestros cotidianos.
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