Hace más de dos años, un grupo de nueve orfebres mapuche de Padre Las Casas comenzó a crear aros (chawai) y pulseras de plata (trarikuk) utilizando técnicas ancestrales como el tallado y el martillado. Con el apoyo de Proartesano, el programa de formación de Fundación Artesanías de Chile, esta agrupación busca reconocer y visibilizar el rol de la mujer mapuche en un oficio que históricamente era trabajado por hombres.
En medio de ríos, humedales y los cerros Conun Huenu, Chomio y Rupukura, se encuentra la comunidad indígena Francisco Quereban, en Padre Las Casas, donde las tradiciones mapuche han persistido en el tiempo.
Aquí nació hace un año la Asociación Indígena Kiyenko, un grupo de nueve plateras mapuche motivadas por trabajar un oficio diferente a la textilería, ya que Padre Las Casas “es pura lana”, dice Ingrid Peralta. La presidenta de la agrupación hace alusión a que en esa comuna la tradición textil en las mujeres ha sido traspasada de generación en generación. No así la platería.
La mayoría de las artesanas del grupo aprendieron por primera vez sobre orfebrería en un programa dirigido por Indap hace más de dos años. Luego, continuaron desarrollándose en Proartesano, un programa de formación que imparte hace 10 años Fundación Artesanías de Chile, en el que han participado más de 900 artesanas y artesanos desde Arica a Punta Arenas. Fue aquí donde decidieron formalizarse como Asociación Indígena y proyectarse hacia el futuro en este oficio.
Junto al equipo de la fundación y otros maestros artesanos convocados, mejoraron y fortalecieron el proceso productivo y la calidad de sus piezas. Incorporaron nuevas técnicas de la mano de Benjamín Cona – reconocido rütrafe de la región –, diseñaron actividades para el circuito cultural local, calcularon costos y valor de sus piezas, desarrollaron estrategias de comunicación efectiva e identidad de marca y reconocieron las oportunidades del trabajo colaborativo.
“De forma independiente cuesta mucho avanzar, sobre todo para participar en proyectos y cosas más grandes. Nosotras queremos soñar y concretar juntas”, dice Nataly Santos, integrante de la agrupación.
El grupo lleva el nombre “Kiyenko” – que significa luna (kiyen) y agua (ko) –. “En la cosmovisión mapuche el ciclo lunar es muy importante para la siembra y la cosecha de frutas y hortalizas, y también tiene relevancia para el universo femenino: la luna representa la conexión con la naturaleza y el nacimiento de los hijos y los animales”, explica Ingrid.
Además, la presidenta de la agrupación cuenta que para elegir el nombre se inspiraron en un antiguo relato del pueblo Mapuche llamado Lágrimas de Luna: “Hay una historia que dice que la luna estaba casada con el sol, pero el sol la engañó con el lucero del alba. La luna lo descubrió y encaró al sol, y él, en vez de arrepentirse, la mandó al otro lado del universo”, relata Ingrid. “Era tanto el dolor de la luna, que lloraba a lo alto de los cerros. Una noche una mujer mapuche subió a consolarla, y cuando sus manos tocaron sus lágrimas, estas se convirtieron en joyas de plata, como un regalo de la luna hacia la mujer. De ahí nació la platería mapuche”, concluye.
Para las integrantes de Kiyenko, otro elemento muy relevante era practicar un oficio que en el mundo mapuche tradicionalmente ha sido trabajado por hombres: el rütrafe (platero en mapudungun). Según Nataly Santos, en el sector de Paillanao no existen plateros en la actualidad, a pesar de que crecieron escuchando historias de que antiguamente sí había. “Entonces nosotras pensamos, ¿por qué no darle esa oportunidad a la mujer de recuperar el oficio? Esa es la brecha que queremos disminuir. Si bien nosotras no nos consideramos rütrafe, ya que eso tiene un significado ancestral más potente en cuanto a la sabiduría del maestro, sí podemos ser plateras”, enfatiza.
Según Daisy Novoa, coordinadora de Proartesano en este grupo, gracias a las herramientas entregadas por el programa y la disposición de ellas por aprender, las plateras han logrado empoderarse y reconocer que como mujeres también pueden trabajar este oficio y utilizar técnicas ancestrales como el martillado – para hacer pulseras con bolitas de plata (trarikuk) –, o el tallado, – para ilustrar diseños en los aros (chawai, en mapudungun) –. “Hace dos años ellas se llamaban a sí mismas artesanas, pero hoy con orgullo se consideran plateras”, recalca Daisy.
Actualmente, las integrantes de Kiyenko se dedican a crear aros y pulseras de plata tradicionalmente utilizadas por las mujeres mapuche. Sin embargo, ellas buscan que las personas – mapuche o no – puedan usarlas en el día a día: “La idea es que cualquiera pueda ocuparlas. Nosotras creamos piezas para el día a día, que hagan sentir bella a quien las use”, enfatiza Nataly. Para conocer y comprar el trabajo de las plateras, hay que contactarlas a través de su Instagram @asociacionkiyenko.
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