En varios países, como España, Canadá, Australia y Chile se documenta que experimentar malestar emocional intenso posterior a un evento estresante como un incendio forestal puede perdurar incluso a los 36 meses después de lo ocurrido. Las víctimas responden a cuestionarios autoadministrados con una mayor presencia de ansiedad, miedo, depresión, y sintomatología postraumática que la población general. Adicionalmente se precisa habría una vulnerabilidad mayor en niños y adolescentes, Yañez (2022) en su estudio de adolescentes víctima de la “tormenta de fuego” del 2017 en Chile confirma esa tendencia.
Esto nos invita a reflexionar que junto a medidas de mitigación medioambientales a mediano plazo el monitorio de las consecuencias psicológicas de las víctimas puede volverse una necesidad. Sistematizar un seguimiento a nivel comunitario puede volverse una motivación para investigadores y clínicos. A fin materializar respuestas para estas catástrofes que trasciendan los primeros auxilios psicológicos y el manejo sintomático inicial. El temor al daño, a que otros significativos mueran, el sufrir pérdidas, la desesperanza, la rabia, la impotencia o el miedo, no se acaba una vez extinguido el fuego, estas experiencias erosionan el funcionamiento psíquico de manera persistente como un foco de vulnerabilidad y conflicto que compromete el bienestar y la adaptación.
La gestión del alcalde Sebastián Álvarez revirtió un déficit crónico, denunció irregularidades heredadas y proyecta…
La cartera explicó que los recursos reasignados al proyecto Cerro Centinela provienen de iniciativas que…
El parlamentario expresó su preocupación por uso de recursos regionales para financiar expropiación de toma…
El concurso de obras de riego y drenaje de la Subdirección Nacional Sur de Conadi,…
El proyecto institucional InES Género "Más mujeres, más ciencia e innovación: fortalecimiento de capacidades institucionales…
La compra de casi 100 hectáreas de la megatoma de San Antonio, por más de…