Un ajuste gradual, limitar el uso de dispositivos electrónicos y evitar las bebidas estimulantes son algunas de las recomendaciones que entrega la psicóloga Jade Ortiz para enfrentar el cambio al horario de invierno.
Este sábado 6 de abril los relojes deberán atrasarse una hora pasando del horario de verano al horario de invierno en la mayoría del territorio nacional. Este cambio, aunque recurrente, puede causar inconvenientes en la rutina de las personas, afectando el estado físico y emocional, especialmente en cierto grupo de la población más sensible a los cambios de rutina y exposición a la luz natural.
Para Jade Ortiz, psicóloga y académica de la Universidad Santo Tomás, el cambio de hora puede tener una variedad de efectos en el estado físico y emocional de las personas. «Es importante comprender que nuestro cuerpo sigue ritmos biológicos internos, y cualquier alteración en ellos puede causar cierta disrupción en nuestro bienestar general», explica.
Efectos en el sueño y estado de ánimo
Uno de los principales focos de preocupación es cómo este cambio afecta nuestros patrones de sueño. Como señala Ortiz, «las alteraciones en el sueño pueden generar fatiga, irritabilidad e incluso dificultades de concentración». Esto puede ser especialmente relevante para grupos sensibles como los niños y las personas mayores.
Según la psicóloga, el cuerpo humano está intrínsecamente ligado a rutinas y ciclos biológicos, como el de la melatonina, la hormona del sueño. «Cuando tenemos cambios de hora, se altera su producción, lo que puede llevar a problemas para conciliar el sueño», indica.
Además, la experta subraya el papel crucial de la melatonina en la en el bienestar emocional. «Nuestra tendencia a segregar melatonina aumenta con la llegada del oscurecer, lo que nos hace sentir más cansados y necesitados de calidez», comenta. El aumento de esta hormona, junto con la disminución de la luz natural, puede generar una sensación de querer estar más resguardados y afectar nuestro estado de ánimo.
La comprensión de estos efectos es fundamental para proporcionar el apoyo necesario y mitigar cualquier malestar durante este período de transición. Como señala la psicóloga de la UST, «cada individuo tiene su propia experiencia frente al cambio de hora, por lo que es importante estar atentos a las necesidades específicas de cada uno».
Adaptación progresiva
En términos generales, el tiempo de adaptación puede llevar de cuatro días a una semana, dependiendo de cada persona. Pero los niños, especialmente los más pequeños y aquellos en edad escolar, pueden experimentar mayores dificultades para adaptarse al nuevo horario.
Para minimizar los efectos negativos del cambio de hora, Jade Ortiz destaca la importancia de adaptarse gradualmente, respetando la rutina diaria y buscando compatibilizar las necesidades de toda la familia.
“Cómo familia es ideal buscar la manera de adaptarse poco a poco. Lo mejor es comenzar a modificar la rutina unos días antes, cambiando progresivamente la hora de acostarse. De esta forma se evita un cambio repentino en las horas de sueño”, señala la especialista.
Además, es recomendable limitar el uso el uso de dispositivos electrónicos durante la tarde-noche, ya que la luz emitida por las pantallas de teléfonos y tablets puede alterar aún más el ciclo de sueño y la producción de melatonina, aumentando la fatiga y sobreestimulación, especialmente en niños.
Finalmente, la psicóloga indica que se debería evitar el consumo de bebidas estimulantes como té, café o alcohol para contrarrestar los efectos del cambio de hora, sobre todo durante la tarde. Destaca que estas sustancias pueden aumentar la activación del cerebro, dificultando aún más conciliar el sueño. En su lugar, sugiere buscar “actividades relajantes y menos exigentes para preparar el cuerpo para el descanso.»
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