Estudio efectuado en La Araucanía da cuenta que casi el 60% de las personas encuestadas sí le dan importancia a alimentarse adecuadamente, más aun cuando tienen conciencia de que ciertos alimentos son beneficiosos para la salud.
El popular dicho “eres lo que comes” cobra cada vez mayor relevancia, no sólo por la sabiduría que refleja, sino porque estudios científicos avalan que efectivamente, el consumo de determinados alimentos desempeña un rol fundamental en el bienestar y la salud de las personas. Comer adecuadamente es la clave para fortalecer cada aspecto de nosotros: estado de ánimo, nivel de energía, capacidad para pensar y concentrase, entre muchos otros. Por esta razón es que la salud es un ámbito preponderante para muchos y se asocia a una buena alimentación.
En respuesta a esta creciente preocupación, la industria alimentaria ha desarrollado productos conocidos como alimentos funcionales (AF), que se caracterizan por tener dos funciones: mejorar el funcionamiento fisiológico y reducir el riesgo de contraer ciertas enfermedades. Compuestos por vitaminas, minerales y una gama de elementos biológicamente activos, tienen la misión de cumplir determinadas funciones en nuestro metabolismo ayudándonos a prevenir enfermedades y mejorando nuestra salud.
Con este escenario, la académica de la Facultad de Ciencias Agropecuarias y Forestales, doctora Berta Schnettler, con la colaboración del Director del MAPP Centre for Research on Customer Relations in the Food Sector, de la Aarhus University, Noruega, Dr. Klaus G. Grunert y en el marco de Proyecto Fondecyt “Relación entre bienestar subjetivo, alimentación y comportamiento de compra de alimentos”, ha desarrollado un nuevo trabajo en la línea de investigación que la distingue y esta vez buscó establecer qué dimensiones pueden predecir la disposición de las personas para comprar alimentos funcionales. “Para ello aplicamos un cuestionario a 400 personas que se encargan de comprar alimentos para su hogar en Temuco e incluimos una escala de 18 beneficios que se buscan a partir de los alimentos funcionales, preguntas para reflejar el conocimiento acerca de éstos, características socio-demográficas y las escalas para medir la satisfacción con la vida y la satisfacción con la alimentación.”.
Lo que sabemos de los alimentos funcionales
Estudios previos han dado cuenta que a pesar de la importancia que los individuos otorgan al tipo de alimentos que consumen, el conocimiento real de esto sigue siendo bajo, aunque se ha documentado en el Reino Unido que una mayor información de las bondades de los alimentos funcionales ha incrementado su consumo. Asimismo se ha demostrado que la probabilidad de compra de este tipo de alimentos aumenta sólo cuando el consumidor combina “función” más “consecuencia”: desde aquí es que se hace énfasis en la necesidad de destacar los beneficios del uso de los alimentos funcionales: los hay para reducir el colesterol y la presión arterial, los que tienen beneficios para el sistema digestivo (probióticos) o los que mejoran la concentración y el rendimiento laboral. Si la gente percibe más beneficios, estarán más dispuestos a aumentar su uso. Lo anterior se asocia al bienestar de los consumidores, lo que también implica aspectos psicológicos y mentales, teniendo como resultado mejoras en la salud física y bienestar de hombres y mujeres.
Alimentación y Bienestar
Dado el creciente interés en el papel de la alimentación en la mejora de la salud y el bienestar, el estudio de la doctora Schnettler exploró la validez de una escala para evaluar los beneficios que se buscan a partir de los alimentos funcionales, identificar diferentes tipologías de personas según sus preferencias hacia los AF, y relacionar la disposición a comprar alimentos funcionales con la satisfacción con la vida y la alimentación de la persona. “Es necesario recordar que la alimentación juega un rol fundamental en la felicidad de las personas y una dieta adecuada puede influir enormemente en la satisfacción con la vida”, dice la investigadora.
Sin embargo, en los países latinoamericanos, esta satisfacción y situación alimentaria está relacionada con las condiciones socio-demográficas, cambios económicos, dieta y estilo de vida de la población. En nuestro país estos cambios han ocurrido con rapidez en las últimas décadas y han derivado en un aumento en el consumo de alimentos ricos en colesterol, grasas saturadas, azúcar y sodio, generando alta prevalencia de obesidad y de las enfermedades crónicas no transmisibles.
Estudio
Un 59,8% de los encuestados mostró una alta disposición a comprar alimentos funcionales que prevengan enfermedades o mejoren funciones corporales, mientras que el 25,8% no se mostró tan convencido de comprar ninguno de estos tipos de alimentos funcionales, mientras que sólo el 14,5% mostró una mayor disposición a comprar AF que mejoren funciones corporales. Las preferencias se asocian principalmente al tamaño de la familia, la presencia y la edad de los niños en el hogar, estudios, nivel socioeconómico, el conocimiento alimentos funcionales y el nivel de satisfacción con la vida y con la alimentación.
Las personas que están más dispuestos a comprar alimentos funcionales tienen familias más grandes, niños pequeños, un mayor nivel de educación y una posición de mayor nivel socioeconómico, así como un mayor conocimiento acerca de AF y están más satisfechos con su vida y su alimentación.
En definitiva una sana alimentación conduce a una serie de beneficios para las personas no solo a nivel corporal, también mental, emocional y psicológico. Aumentar la calidad de vida y bienestar son razones más que suficientes para promover, de manera constante, el consumo de alimentos funcionales.
Lorena Espinoza Arévalo
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