Patricio Poza – Cientista Político
Los señores feudales son los que cuidan y dan protección; mantienen el poder y definen los planes de acción. Quien está bien con el señor feudal, estará bien con Dios.
Si bien este sistema político imperó entre los siglos centrales de la Edad Media, pareciera que todavía quedan resabios de él.
La sociedad chilena está enfrentando una de las crisis sanitarias más crueles del último siglo, y además, una crisis de confianza y representación que tiene tambaleando a nuestras instituciones. Cuando la gente espera que la clase política en su conjunto avance en discusiones que garanticen una cancha de juego más pareja y un freno al abuso de ciertos grupos, vemos como algunos sectores y actores están impulsando una ley que fortalece la protección a la industria forestal.
Diversas columnas en medios de prensa nacional han circulado en los últimos días, donde se apunta con el dedo a algunos actores políticos y se les acusa, según estos columnistas, de “querer dar protección a los violentistas” o “de estar del lado del terrorismo”.
En nuestro país existen antecedentes sobre leyes similares que gozan de poca legitimidad debido a que llegan a transgredir derechos constitucionales como la igualdad ante la ley, por ejemplo, la ley del abigeato ¿Cuáles son los motivos para ponerse la camiseta forestal con tanto compromiso?
Vuelvo al inicio. Quien está bien con el señor feudal, estará bien con Dios.
La situación de La Araucanía es compleja; carecemos de una policía profesional en materia de inteligencia que desbarate a esos delincuentes que causan tanto daño, pero seamos sinceros, actualmente nuestro código penal contempla todos estos delitos y con altas penas. Con esta ley el problema de la violencia no se solucionará.
En esto tiempos convulsos, de reestructuración y crisis, Chile necesita unidad, retomar una agenda político-social por parte del gobierno y no más populismo penal. Podría haber sido conveniente que esta misma convicción la hubiesen demostrado hace algunos meses cuando se votó el proyecto que buscaba consagrar al agua como un bien de uso público, pero algunos ni siquiera se presentaron a votar ese proyecto. Bueno, quizás para los señores feudales del siglo XXI no les era de mucho agrado.
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